7 | 2016
Historias en primera persona. Egodocumentos del siglo XX español

Ce volume recueille des communications présentées lors de la journée d’étude « El siglo XX en primera persona: los egodocumentos y la historia contemporánea española », le 18 avril 2015 au Colegio de España de la Cité Internationale Universitaire de Paris. Cette initiative fut organisée par Robert Coale, alors membre du Laboratoire d’Études Romanes (EA 4385) de l’Université Paris 8. Il fut assisté par Verónica Sierra Blas, membre du Seminario Interdisciplinar de Estudios sobre Cultura Escrita (SIECE) et du Grupo de Investigación LEA (Lectura, Escritura, Alfabetización) de l’Universidad de Alcalá (Espagne).

Cette journée d’études sur les ego-documents fut la première dans son genre au sein l’hispanisme français dans laquelle, en plus du LER de l’Université Paris 8, ont collaboré, la Red de Archivos e Investigadores de la Escritura Popular (RedAIEP), le projet de recherches Cultura escrita y memoria popular: tipologías, funciones y políticas de conservación (siglos XVI a XX), et le Ministerio de Economía y Competitividaddel Gobierno de España (HAR2011 25944).

Couverture de

7 | 2016

Memorias de la elite. Experiencias femeninas de una aristocracia en decadencia

José Miguel Hernández Barral


Résumés

El papel de la mujer en la configuración de una identidad social aristocrática es el objetivo principal de este artículo. A partir de las memorias escritas por varias representantes de la nobleza en la primera mitad del siglo xx se pueden observar una serie de elementos que, para estas mujeres, configuraron esa identidad. El papel de las relaciones sociales, su visión del resto de la sociedad a través del servicio doméstico o su responsabilidad hacia el país son algunos de los aspectos mencionados en esas memorias.
Al mismo tiempo, los textos recogen constantemente la sensación de que estas protagonistas vivieron en un momento de acelerado cambio social e intentaron interpretarlo. El análisis de estas fuentes pone de relieve una vez más el valor de este tipo de trabajos para la historia sociocultural de las elites.

Texte intégral

1En 1913 Tryphosa Bates-Batcheller, cronista de sociedad norteamericana, realizó un viaje a España. Publicado poco más tarde con el nombre de Royal Spain of today, resultaba un interesante relato de la España del momento. No cuesta mucho descubrir una perspectiva elitista mezclada en su justa medida con cierta ignorancia y varios prejuicios clásicos en torno a la historia y la sociedad española. A pesar de esto, su estancia en las distintas ciudades que visitó es un relato interesante en su reflexión sobre el pasado y el arte como piezas esenciales de una construcción de España desde la perspectiva del otro. Cuando Bates-Batcheller pasó por Madrid, su relato cambió sustancialmente. Ya no había sólo referencias a monumentos y anécdotas sobre el paisaje. En la Corte ya no importaba sólo el arte o la historia, su atención se volvía hacia la sociedad que componía el núcleo de ese Madrid capital de la monarquía. En Madrid la autora se sirvió de Eulalia de Borbón, tía de Alfonso xiii, para participar en distintas fiestas y reuniones. A través de la infanta conoció a varias mujeres de la nobleza que personificaban desde su perspectiva las claves para triunfar en la sociedad madrileña. La marquesa de Squilache, la de Viana y la de Yturbe representaban el culmen de una elite social en la que aparecían frecuentemente títulos nobiliarios1.

2Los análisis sociales de las clases altas a comienzos del xx insisten en la continua presencia de la nobleza como emanadora de una serie de pautas y comportamientos. Durante un tiempo, la historiografía se centró en manifestar su sorpresa e intentar responder a la perduración de una clase social que supuestamente debía haber desaparecido con los privilegios extinguidos a la vez que el Antiguo Régimen2. En la actualidad, el interés se encuentra en definir los elementos que configuraron ese grupo, atendiendo a su prestigio social y a su capacidad de evolución en el mundo de fin de siglo y entreguerras, marcado absolutamente por el cambio3. Las relaciones con las clases emergentes, el vínculo con sus posesiones agrarias desde una perspectiva económica pero también social o el papel del consumo son algunos de las líneas de investigación que tienen mayor recorrido en la actualidad4.

3El papel de las mujeres que formaban parte de ese mundo aristocrático es un tema poco abordado desde los estudios sobre nobleza y elites en general5. Los motivos suelen ser similares a aquellos que han invisibilizado a las mujeres de otros estratos sociales6. Sin embargo, textos como los de Bates-Batcheller resultan sumamente explícitos a la hora de subrayar que ellas eran una pieza decisiva en la proyección de esa elite de cara al exterior y como definidoras de las fronteras exclusivas de las clases altas. En ocasiones, los intentos de abordar ese papel de las mujeres de la nobleza en la contemporaneidad se han prometido para otro momento o, simplemente se han eludido. En algunos casos, se ha intentado priorizar como pieza esencial aportando interesantes análisis a los enfoques clásicos sobre las clases altas en la contemporaneidad y también para los estudios de género.

4Según Elizabeth Macknight la mujer en la nobleza desempeñó un papel decisivo en el proceso de adaptación que las familias llevaron a cabo en el contexto de la irrupción de la modernidad. En su estudio sobre las mujeres de la nobleza francesa en la III República resulta patente que clase y género son perspectivas analíticas de mucho recorrido también desde las elites que podríamos definir como tradicionales7. En el caso del trabajo que Manuel Vicuña desarrolló para Chile, su foco de atención estaba casi exclusivamente en la creación de una sociabilidad elitista donde la mujer lo era todo. Aunque suene a algo conocido, ese empeño para una elite tan apartada como la chilena pero tan conectada con las referencias europeas vuelve a enfatizar la necesidad de tener muy en cuenta a la mujer en la elite8. Estos trabajos, y otros, definían a las mujeres de la elite no sólo como un añadido sino más bien como arquitecto de ciertos elementos que configuraron un habitus sostenido contra pronóstico.

5Ante la necesidad de proponer estudios sobre las mujeres de la nobleza como elite singular, una aproximación desde las experiencias personales resulta especialmente procedente. En primer lugar, y a pesar de una mayor visibilidad pública, la superficialidad de los conocimientos sobre esas mujeres viene condicionado por las fuentes. Aunque pueda parecer contradictorio, algunas de las nobles citadas por Bates-Batcheller fueron muy poco conocidas a pesar de su trascendencia social. En algunos casos – el de la marquesa de Squilache es paradigmático – no hay mucho rastro más allá de una o dos necrológicas con distintas anécdotas sobre su vida9. Por otra parte, existieron casos de mujeres de la aristocracia que abordaron desde memorias con más o menos pretensiones su experiencia vital. En este artículo se estudiarán los casos de dos mujeres que aparecían en aquel Royal Spain of today, Eulalia de Borbón y Piedad Yturbe – ésta a través de las memorias de su hija. Además se trabajarán también las memorias de la condesa de Campo Alange y los textos que Cristina de Arteaga – hija del duque del Infantado – publicó sobre su familia que, sin estar concebidos como unas memorias, se sitúan completamente en este género en cuanto a experiencias vividas relatadas.

6El principal objetivo de este estudio es analizar si en estos trabajos se puede percibir una identidad nobiliaria y señalar los elementos que la definen. En segundo término, si se puede deslindar del primer fin, se encontraría la pregunta sobre la existencia de una identidad social distinta para el caso de las mujeres que pertenecían a la nobleza o, al menos, con unas connotaciones diferentes. En este contexto es clave el ambiente en que se mueven todas estas memorias. En estos textos juega un papel central la sensación de cambio y decadencia que impregna muchos de los análisis. En la posible definición de esa identidad nobiliaria tiene un peso esencial aquello que se considera como pasado y que no va a volver nunca.

7Isabel Burdiel ha señalado recientemente la tensión existente en algunas biografías de nobles entre su condición femenina y su pertenencia a un estrato social superior. En estos casos, una educación más cuidada y unas inquietudes intelectuales fomentadas hasta cierto punto deberían colisionar con las convenciones sobre el papel de la mujer en la sociedad. En su trabajo en curso sobre Emilia Pardo Bazán – a partir de su obra literaria especialmente, no memorias – Burdiel llama la atención sobre los solapamientos entre identidades (clase, género, nación) de difícil solución pero mucho más habituales de lo que plantea un caso tan excepcional10. En la experiencia contenida en este tipo de egodocumentos se puede entrever cierta lógica ante esas contradicciones y, por otra parte, se constata la frecuencia en que las identidades se entrecruzan, teniendo un sentido pleno únicamente en su conexión11.

¿Identidad en conflicto?

8La infanta Eulalia de Borbón (1864-1958) fue muy conocida durante su vida por las distintas polémicas que protagonizó en la Corte y fuera de ella. Al margen de la ruptura de su matrimonio, fue en sus publicaciones donde alcanzó la fama de contestataria que le acompañó a lo largo de su vida12. En dos obras muy especialmente pretendió reflexionar sobre su existencia con una intención que buscaba conscientemente transmitir su punto de vista en torno a multitud de temas. La primera de estas obras adquiere una dimensión particular al estar construida con una pretensión comparativa. Eulalia propuso en sus memorias hasta 1915 un recorrido por las cortes europeas donde había una intención de proyectar España – y sus elites – en aquellos países que había visitado a lo largo de los años.

9En su Court life from within un elemento daba sentido a la mayor parte del libro: la descripción de las distintas cortes europeas. Para Eulalia, aristocracia, sociedad cortesana o monárquica eran términos perfectamente equiparables. El telón de fondo era una conciencia clara de que la nobleza era una elite social en descomposición. Según Eulalia de Borbón, la crisis no se explicaba sólo en los desafíos externos, sino principalmente en los fracasos de los miembros de la sociedad cortesana. Casi siempre, estos errores tenían dos variables constantes: el desprecio por la cultura y la ausencia de una iniciativa de carácter económico. Hablando de la nobleza en España señalaba taxativamente: "como muchas aristocracias, harían todo por dinero menos trabajar por él"13. Si hubiera que hacer salvedades, algo se podría hacer con la aristocracia francesa, por « ser el país de la inteligencia ». En sus reflexiones pesaba una y otra vez una imagen de la sociedad americana vinculada a otra forma de entender el tiempo – ¿y la vida? – que la situaba muy por encima. El contraste quedaba definido en una reflexión muy expresiva de su modo de ser. Desde su punto de vista, en España se comía en los trenes para matar el tiempo, mientras que en América era el ahorro de tiempo lo que conducía a esas actitudes14.

10Existía otro tema que envolvía todas las apreciaciones de la infanta. Obviamente se trataba de la Primera Guerra Mundial. También esta realidad se concebía como un elemento de cambio en la configuración de esas elites sociales. Es importante subrayar que la guerra era, ante todo, un momento de cambio social y no exclusivamente político. En un tono de cierta duda, Eulalia de Borbón se planteaba qué sería Europa después de la guerra. Uno de los grandes cambios lo vivirían las élites:

En los campos de batalla de Francia, el aristócrata británico y el simple chico de los suburbios se encontrarán y serán hermanos. Las distinciones de clase desaparecerán prácticamente […]. Aún así las distinciones de clase están muy definidas; no se diluirán. Después de la guerra esas barreras serán algo más difusas15.

11Aquel difuminarse de las barreras sociales suponía además una sustitución de los valores que sustentaban la sociedad del momento. A pesar del tono crítico que la infanta parecía desprender hacia el pasado, reconocía que se encontraban « en un momento en el que el mundo se percata de que el dominio del dinero no es mejor que el del rango, sólo si es más inteligente »16.

12El conflicto ante el que se encontraba la propia autora era bastante evidente. En su experiencia como miembro de esas cortes que había visitado profusamente encontraba muchos elementos de crítica, si bien la puesta en duda de su propia condición y la insatisfacción ante lo que venía resultaba problemático. Lo que no aparecía en ningún momento era su condición de mujer. Ni en unas críticas ni en otras apreciaciones resultaba un elemento que modificara su análisis.

13Por último, en esa lectura sobre la elite en decadencia había un factor importante que cabría poner en duda. De su estancia en Dinamarca Eulalia recogió pocos recuerdos, pero no descuidó subrayar con cierto énfasis que se hablaba de la familia real como de una pieza de museo. En ese momento manifestó que poco le había llamado más la atención en sus viajes que « la depreciación del valor de príncipes y princesas »17. Al borde de la gran crisis que supondrá el fin de la Guerra Mundial para las monarquías, resulta de todas formas exagerado coincidir con esa visión de las familias reales como reliquia. Sin embargo, no deja de ser oportuno si se ve como una intuición en torno al carácter simbólico que en muchas de esas naciones ya se había consolidado en el xix18. No obstante, estas experiencias vuelven a constatar la visión crítica de Eulalia de Borbón, su insistencia en lo « pasivo » de esas elites y la inexistencia de una culpabilidad distinta atendiendo a categorías de género.

14Las Memorias de Eulalia son un texto mucho más conocido y con pretensiones más amplias que el anterior19. La fecha también es significativa ya que su aparición en 1935 estaba íntimamente conectada con la llegada de la República a España y, lo que es más relevante para ella, la caída de la Monarquía. Aunque las intenciones y el contexto hayan cambiado, sus análisis suenan muy parecidos a algunos previos. En lo que respecta a la elite en torno al Rey, dos aspectos son constantes en sus páginas: la crítica sin cuartel a las inquietudes de la nobleza y la denuncia de la confusión entre crítica hacia la monarquía y republicanismo.

15Eulalia centró sus ataques a la elite alrededor de la Corte en dos aspectos centrales. Por una parte insistió en la ausencia en el grupo de cualquier tipo de inquietud de carácter intelectual. Su diagnóstico tenía un culpable claro y era el deporte: « de la sociedad religiosa y casi monástica que habíamos tenido con la Regencia, se pasó con fervor igual a la deportiva […], caímos en los deportes con igual frenesí que habíamos tenido para todo lo demás ». Otra vez acudía la infanta al elemento comparativo para dejar patente el error de los nobles españoles. En Gran Bretaña el deporte era « elegante y a la vez higiénico pero limitado ». En Berlín, aunque se practicaran deportes, se seguía « el pensamiento del mundo ». El principal problema estaba en la medida, no se sabía en España graduar lo que se había convertido en un « frenesí absorbente »: « Lo que en otras cortes era compenetración entre los aristócratas y los que orientaban a la sociedad, era en Madrid distanciamiento, incomprensión mutua y alejamiento ».

16Para entenderlo, no había nada mejor que un ejemplo. La excepción para Eulalia de Borbón sería el Duque de Alba, alguien que sabía compatibilizar el entretenimiento con todo tipo de iniciativas culturales. Pero el ambiente general era bien distinto: « Por un Duque de Alba empeñado en contribuir con su prestigio social, su dinero y su talento al progreso cultural del país, había cien otros Grandes de España distanciados de todo eso, irritados contra los socialistas e incapaces de distinguir entre un Benavente y un Baroja »20.

17En todas las imágenes trazadas por Eulalia de Borbón, el elemento nobiliario venía representado por un hombre, aunque no se explicite. Es cierto que habló también de esa ausencia de inquietudes como algo extendido en los salones pero, una vez más, no identificaba el género de ese sujeto vacío de intereses culturales. Si en algo se concretaba el perfil de esos nobles era en su edad. Sobre todo Eulalia hablaba de una nueva generación de aristócratas, si bien en la dimensión que corresponde al reconocimiento de esas actividades como elementos de distinción también se podría culpabilizar a sus mayores21. El deporte era el vicio en la práctica pero, insisto, la crítica iba esencialmente hacia la incapacidad de construir un habitus que incorporara pautas que no fueran superficiales, desde la perspectiva de la infanta. Otra vez, esto le suscitaba una nostalgia grande por la alta sociedad de París o Berlín22.

18Si en 1915, una crítica similar había concluido en una serie de profecías sobre la sustitución de las elites en conexión con la guerra en curso, ahora lo político tenía mucho más peso. El motivo tenía un nombre y era la II República. Para Eulalia, la República era un gran fracaso pero no del Rey en particular, sino de las elites de su entorno. El problema resultaba a su entender más que claro. En ningún momento se había permitido una crítica positiva hacia la Monarquía. De hecho, cualquier cuestionamiento – viniera de donde viniera – se había calificado de republicano. Así, « republicana », reconocía que la habían llamado muchas veces. Desde su punto de vista, lo problemático no era el calificativo sino que, inmediatamente, conllevaba la expulsión de los círculos próximos al Rey, cercenando una evolución de la Monarquía desde dentro.

19Más allá del discurso político implícito – muy poco democrático, por cierto –, las propuestas de Eulalia de Borbón llaman la atención una vez más sobre la escasa presencia de las mujeres en sus análisis23. El género es algo que queda obviado en las críticas, propuestas o denuncias de Eulalia. Así, las identidades en conflicto no aparecen por ninguna parte en sus experiencias relatadas o, si se quieren buscar conflictos, no giran alrededor de su condición de mujer24. Sin embargo, las memorias de Eulalia aportan algo central y es una opción crítica, si se prefiere analítica, hacia la realidad que las circunda.

Elementos de distinción de la elite en memorias femeninas

20Las obras de Eulalia de Borbón parecían dejar de lado una perspectiva de género a la hora de relatar la experiencia vivida. Otras memorias algo posteriores constataron a nuestro entender esa especificidad en la identidad de la elite aristocrática. Antes que constatar esta ausencia, parece más importante subrayar qué factores definieron para esas mujeres autoras de memorias su condición de elite.

21Cristina de Arteaga (1902-1984) era una de las hijas del xvii duque del Infantado, quizá uno de los grandes de España con más iniciativa económica y empresarial a comienzos del xx25. Sus tres hermanos combatieron en la Guerra Civil en el bando sublevado y dos murieron con poco más de veinte años. En homenaje al más pequeño, Borja, Arteaga escribió un texto en el cual los primeros capítulos tienen una clara base memorialística. El libro se titulaba directamente con el nombre de su hermano, Borja. Por su hermana C. Además, a finales de los cuarenta escribió una biografía de su padre donde sus recuerdos tenían un peso fundamental en la construcción de su historia de vida.

22En la obra sobre su hermano tenía un peso destacado en la definición de esa identidad noble una formación muy cuidada. La autora recogía como los profesores iban a su propio domicilio hasta una edad sin determinar pero que parece bastante avanzada. También comentaba que « incluso las niñas estudiaban Álgebra y Geometría », además de que todos los hermanos tenían sus profesoras de inglés, francés y alemán. Aunque la educación del hermano que trataba en su texto siguiera por su cuenta en un colegio de jesuitas, la imagen de una formación muy amplia e indistinta en cuanto sexo queda marcada en la memoria de la autora con gran claridad26.

23En segundo lugar, en aquella biografía teñida de memorias hay un elemento capital: la Guerra Civil. En la vida de su hermano, la guerra había sido el momento en el cual se había hecho hombre. En realidad, Arteaga ya introducía en la República una serie de comportamientos que para ella constituían una señal cierta del paso a la condición adulta. Todo tenía que ver con un compromiso político muy difícil de distinguir de una opción más profunda: ser hombre era defender a la Monarquía y, si era preciso, combatir en el frente, como ocurrió a partir de 1936. Lo interesante del texto de Arteaga es que ese paso a la madurez no lo dio su hermano en singular, sino toda una generación de aristócratas27. Entre ellos se encontrarían los mismos que Eulalia de Borbón identificaba como snobs. Más allá de una disquisición sobre la Guerra Civil como catarsis para estas elites, resulta más apropiado preguntarse por el impacto de la guerra como momento decisivo también para las mujeres de la nobleza. Sin embargo, en Borja no se recoge una perspectiva distinta aunque no exista la condición de combatiente ni, al menos desde el punto de vista del combate, el de víctima de guerra. Para Cristina de Arteaga, la guerra como sacrificio era una cuestión patriótica pero para los nobles también incorporaba una dimensión social vinculada a la Historia. Y en éste, no había una gran diferencia entre los nobles y las nobles, aunque ellas no estuvieran en el frente28.

24Esa retórica del deber entendido como sacrificio de la vida fue algo mucho menos perceptible en el libro que Arteaga publicó sobre su padre. Aunque ese texto tiene una pretensión biográfica clara mantiene un tono confesional muy acusado que lo sitúa muy próximo en bastantes momentos a unas memorias u otro tipo de egodocumentos29. En aquel libro el sacrificio como elemento de distinción es sustituido por el trabajo. La obra de Arteaga también menciona varias veces la implicación política de su padre como elemento distintivo. No obstante es el peso del trabajo y, en especial, la iniciativa empresarial (aceptada ésta también en el campo) lo que singulariza a su padre y – esto es lo relevante – debería ser moneda corriente entre el resto de los nobles. Obviamente, la ausencia de la mujer en este discurso es coherente con una lógica de distribución de los roles por sexo donde no hay una intención de plantear si se trata de un deber también para las mujeres. Sin embargo, ya es relevante que Arteaga incluya esta reflexión sobre el trabajo y la nobleza y éste como un deber hacia la sociedad. Son obligaciones con una trascendencia que se enfatiza en todo momento: la defensa de la nación o su desarrollo económico. La autora no se propone que la mujer de clase alta encabece estos ideales pero sí de alguna manera una movilización en torno a ellos30. Sin duda, es algo muy coherente con las propuestas de Eulalia de Borbón en torno a la movilización del grupo, aunque ella introdujera también la dimensión intelectual/cultural.

25Trabajo y sacrificio son propuestas de Arteaga pero, para gran parte de la sociedad española, la nobleza ya no estaba en condición de abanderar esas ‘luchas’. Sin que esto fuera un debate social prioritario, para muchos la aristocracia era más bien el símbolo de lo contrario: absentismo, consumo y ocio31. La propuesta de Cristina de Arteaga sonaba más como lamento ante una decadencia que se hubiera preferido evitar pero ante la que no se llegó a tiempo y, además, muchos (la excepcionalidad del modelo paterno parece fuera de toda duda) no quisieron afrontar.

26Uno de los aspectos capitales que constituyó la distinción de las clases altas aquí y en toda Europa fue la centralidad de la relación social en ese habitus nobiliario32. Las memorias de la Marquesa de Belvís de las Navas (1892-1990) tienen en la capacidad de relación y de sostener y ampliar las mismas relaciones un eje transversal. Este libro tiene la peculiaridad de que se encuentra construido en su mayor parte como un homenaje – y un relato – sobre la vida de su madre, Piedad Yturbe, una de aquellas damas imprescindibles para Bates-Batcheller en la definición de qué y, sobre todo, quién era la sociedad de Madrid a comienzos del xx33.

27Las memorias de la marquesa se publicaron en 1954 y en todo su desarrollo sobrevuela la idea de que se está hablando de una época extinta. El mismo título es sintomático Érase una vez… y hay varias referencias similares en subtítulos y recuerdos. Cuando la autora volvía la vista a sus veranos comentaba:

Desde Las Fraguas, San Vicente de la Barquera o Santillana, en aquellas temporadas de tan felices memorias que pasé durante muchos veranos de mi vida en la Montaña, fue el Palacio de la Magdalena un centro que para mí, siguió envuelto en aquella luz dorada, aun cuando el mundo ya se había nublado34.

28En otro contexto pero con un tono muy similar decía:

Va aproximándose la época del Gran Cambiazo, el derrumbamiento de todo lo que recuerdo bañado en luz y alegría; comodidades y agrado caen en la hecatombe que padecemos desde hace treinta y siete años35.

29Para ella la fecha de defunción de ese mundo sería 1917, no muy alejada de la propuesta por Eulalia de Borbón. Aunque el análisis coincida, los contenidos son muy distintos. En las memorias de la marquesa ese mundo que se viene abajo se basa en las relaciones sociales. En ellas desempeñan un papel principal las que se sostienen en vínculos de parentesco, promovidos y multiplicados en estrategias matrimoniales que extienden su efecto con el paso del tiempo. Los nombres de unos y otros (duques o marqueses, pero también gente sin título) tienen sentido para aquellos que forman parte de ese grupo social y, sin embargo, existe un carácter proyectivo hacia el resto de la sociedad en sus pautas de comportamiento. Muchas de éstas – el veraneo, los deportes que se practicaban, las fiestas que se celebraban – no estaban al alcance de casi nadie. Sin embargo, consiguieron imponerse como características de un mundo social distinguido. La imitación de muchos de esos hábitos por parte de otros grupos sociales parece evidente en la época y, mientras se reformulaban o perdían sentido, resultaron la gran explicación de la fuerza de unas clases altas muy pendientes del pasado36.

30Las memorias de la marquesa están repletas de ejemplos en torno a ese vínculo entre sociedad distinguida y pautas de sociabilidad, si se quiere usar esa expresión. Su boda y la temporada de verano resultan muy elocuentes. En todo ese ambiente hay un elemento que destaca y define un poco más la identidad de la que habla Yturbe. Se trata de la dimensión internacional o, mejor dicho, cosmopolita de ese mundo. Era una sociedad que no conocía fronteras y donde las nacionalidades también quedaban bastante difusas. Los escenarios eran Carlsbad, París y todo tipo de propiedades a lo largo y ancho de Europa. Los protagonistas procedían de muchos países y, cada vez más, de Sudamérica. De hecho, uno de los grandes impactos que supuso la Primera Guerra Mundial para ella fue la imposibilidad de continuar con sus viajes – en realidad ella no los consideraba como tales sino como parte de la ‘temporada’37.

31Desde su punto de vista, de todo esto no quedará nada tras las guerras mundiales y la Guerra Civil Española. Es discutible que las pautas sociales que definieron ese mundo que se apagaba desaparecieran de una forma tan absoluta. En su discurso pesaba mucho la idea de que era ese grupo social quien de una forma genuina representaba exclusivamente aquellos elementos de distinción. Sin embargo, más aún que la decadencia de ese grupo aristocrático, las memorias contienen una muestra sensacional de la centralidad de la mujer de clase alta en la construcción de una vida social en constante movimiento o, más aún, crecimiento38. No se puede concebir aquel Gran Mundo, como muchos lo definían, sin la presencia de las mujeres.

32En las memorias de Piedad Yturbe existe un elemento importante que da luz a esa construcción de la identidad aristocrática. Se trata de su relación con las personas que trabajaban en el servicio doméstico. Para la autora su presencia estaba muy conectada con esa idea de un mundo en desaparición, vinculada a la confianza que existía con esos empleados. Desde su punto de vista, eran clave en la construcción de su distinción. Hablando de uno de los mayordomos del duque de Santoña y luego de su marido decía:

Isidro Bascuñana, su ayuda de cámara, y que lo será de Max hasta que aquél muera en el año 1947, después de veinticinco años a nuestro servicio -¡cómo limpia el calzado de Jack, qué bien huele ese betún, como plancha la ropa, con tanto chic lucida por su amo!39

33Unas páginas más adelante también se refirió a una criada de origen austriaco que sirvió en su casa durante varios años y que resultaba desde su perspectiva un ejemplo de fidelidad. El vínculo con estos empleados domésticos representa para ella un ingrediente de su propia distinción, pieza que explica su condición de elite social. En ese sentido, no es sólo importante su papel como fuerza de trabajo o elemento de distinción vicario. También, y en las memorias es una constante, resultan una expresión determinante de qué entienden como miembros de su clase y qué entienden por el resto de la sociedad.

34Esta visión sobre la importancia del servicio doméstico se encuentra presente en el primer volumen de memorias que escribió la condesa de Campo Alange (1902-1986). De origen sevillano, la condesa accedió al título por matrimonio, si bien pertenecía a una familia de elevada posición en la capital andaluza. Apenas dos años más tarde que Piedad Yturbe, Campo Alange publicó un texto, Mi niñez y su mundo, en el cual pretendía recoger sus recuerdos hasta su marcha a Madrid con motivo de su matrimonio40.

35En aquellos recuerdos jugaba un papel principal su relación con el personal doméstico. En este sentido para ella representaban al « pueblo », no con un sentido peyorativo. Más bien al contrario, esa relación era la demostración de ambos grupos sociales se entendían y se aportaban, cada uno desde su ámbito. El problema, curiosamente, eran los « cursis », la clase media que no sabía mantener ese equilibrio positivo para ambos en la conexión entre el pueblo y la clase alta. Sin grandes reflexiones, Campo Alange también mencionaba que en sus memorias había mucho del relato sobre un mundo que ya no existía. En él, jugaba un papel determinante el servicio doméstico y no sólo por sus funciones profesionales. Desde la perspectiva de la niña, se constataba el peso de los criados, especialmente, de la trascendencia de la relación con ellos en la definición de las clases altas aristocráticas41.

Mujeres, memorias e identidad de clase

36Muchos años más tarde la condesa de Campo Alange volvió a publicar un libro de memorias. En esta ocasión, el espacio principal del mismo se dedicaba a su vida adulta, tratándose de un complemento evidente a su publicación sobre aquella juventud vivida en Sevilla. En este libro el peso gira en torno a su condición de intelectual en la España posterior a la Guerra Civil y, ligado inseparablemente a esto, su reflexión sobre el papel de la mujer en la sociedad española42. Sin duda, la identidad social seguía muy presente pero se encontraba superada ampliamente por su identidad como mujer. Obviamente, aunque no sea la única explicación, la publicación de estas memorias en 1983 tiene mucho que ver en este sentido. La problemática implícita a las memorias antes analizadas – el escaso peso de la categoría de género en los escritos – parece ahora darse la vuelta.

37Sin embargo, pensamos que éste es un debate alejado de nuestros intereses y, por otra parte, de difícil solución además de tremendamente complejo43. En las memorias estudiadas se han podido definir una serie de elementos que configuraban la elite a comienzos del xx: compromisos sociales, políticos o económicos en un contexto amplio de crisis, relaciones y prácticas sociales, papel del servicio doméstico en la construcción de la identidad de clase. Lo relevante es que estos aspectos proceden de narraciones aportadas por mujeres pertenecientes a esas clases altas. Desde su punto de vista se observa el protagonismo que tuvieron en la construcción de un grupo social imposible de entender solamente desde una perspectiva masculina. Al mismo tiempo, los egotestimonios analizados ponen de nuevo en valor este tipo de textos como fuente esencial para abordar no sólo estudios culturales, sino también trabajos de historia social difíciles de realizar sin aportaciones de este tipo.

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Notes

1 Tryphosa Bates-Batcheller, Royal Spain of today, London, Longmans, 1913. En su descripción de la marquesa de Squilache, señalaba como un símbolo de su « long energetic career » la reciente concesión de una Grandeza de España, p. 410. Aunque se salga del tema de esta investigación, el texto de Bates-Batcheller y su mismo formato – está redactado como si fueran cartas a una amiga norteamericana – resulta tremendamente sugerente. Vid. también Tryphosa Bates-Batcheller, Italian Castles and country seats, London, Longmans, 1911.

2 Como una especie de debate a través de las décadas se pueden entender: Arno J. Mayer, La persistencia del Antiguo Régimen: Europa hasta la gran guerra, Madrid, Alianza Editorial, 1984; Dominic Lieven, Aristocracy in Europe, 1815-1914, London, Macmillan, 1992; Ellis Archer Wasson, Aristocracy and the modern world, Basingstoke, Palgrave Macmillan, 2006.

3 En el caso francés sigue esta línea, Alice Bravard, Le grand monde parisien: 1900-1939. La persistance du modèle aristocratique, Rennes, Presses universitaires de Rennes, 2013. Para España, vid. José Miguel Hernández Barral, Perpetuar la distinción: grandes de España y decadencia social, 1914-1931, Madrid, Ediciones 19, 2014; Miguel Artola Blanco, El fin de la clase ociosa: de Romanones al estraperlo, 1900-1950, Madrid, Alianza Editorial, 2015.

4 Por su dimensión comparativa es especialmente significativo: Yme Kuiper, Nikolaj Bijleveld, Jaap Dronkers, Nobilities in Europe in the Twentieth Century: Reconversion Strategies, Memory Culture and Elite Formation, Leuven, Peeters, 2015.

5 En España algunos autores han abordado estas temáticas para otras épocas: Carolina Blutrach, « Mujer e identidad aristocrática: la memoria del vínculo materno en la Casa de Fernán Núñez », Arenal, 2011, vol. 18, no 1, p. 23-51. En general, la obra de Mónica Bolufer y Anna Caballé.

6 Fue especialmente expresivo sobre este punto Cannadine cuando en su trabajo sobre la nobleza británica – ejemplar en todos los sentidos – reconoció haber dejado a un lado a las mujeres ante la magnitud del desafío que supondría. En su momento, ya decía « There is an urgent need for more women’s history of upper-class women », David Cannadine, The Decline and fall of the British aristocracy, New Haven, Yale University Press, 1990, p. 7.

7 Elizabeth C. MacKnight, Aristocratic families in republican France, 1870-1940, Manchester/New York, Manchester University Press, 2012.

8 Manuel Vicuña, La belle époque chilena: alta sociedad y mujeres de élite en el cambio de siglo, Santiago de Chile, Sudamericana, 2001.

9 Enrique Casal, El Año aristocrático: (compendio de la vida de sociedad), Madrid, [s.n.], 1916.

10 Isabel Burdiel, « La construcción de la “Gran Mujer de Letras Española”: los desafíos de Emilia Pardo Bazán (1851-1921) », in Isabel Burdiel y Roy Foster, La historia biográfica en Europa: nuevas perspectivas, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2015, p. 364-365.

11 Se utilizan en este texto como definiciones amplias de egotestimonio las recogidas por Amelang procedentes de Presser (« diversidad de las formas de expresión escrita de los sentimientos y experiencias personales ») y Dekker (« texto en el que un autor escribe sobre sus propios actos, pensamientos y sentimientos ». Aunque tienen matices, ambas son válidas para las memorias en estudio. James Amelang, « Presentación », Cultura escrita & sociedad, 2005, vol. 1, p. 17-18.

12 Sobre la infanta se han escrito – y se siguen escribiendo – obras de muy diverso interés. Ricardo Mateos Sáinz de Medrano, Eulalia de Borbón: l’enfant terrible, Madrid, Alberdi, 2014. Quizá lo más valioso: Ángeles Ezama Gil, La Infanta Eulalia de Borbón: vivir y contar la vida, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2009. Su obra más polémica no se analizará aquí: Eulalia de Borbón, Au fil de la vie, Paris, [s.n.], 1911. Aunque tiene también una intención memorialística se ha preferido estudiar otras obras menos trabajadas, más relacionadas con la identidad nobiliaria puesta en duda.

13 Eulalia de Borbón, Court life from within, New York, Dodd, 1915, p. 93. Otras noblezas salían malparadas de una forma similar. Para ella, en Turín la gran ocupación de la aristocracia era ir a un parque en las afueras durante media hora, para que hombres y mujeres de compañía fueran atendidos.

14 Ibid., p. 233.

15 Ibid., p. 254.

16 Ibid., p. 241.

17 Ibid., p. 206. Aquella percepción de la familia real danesa la tomaba prestada a un taxista que, textualmente, le había hablado de los reyes « como le hablaron en Londres de las figuras de cera de Mme Tussaud ».

18 Jeroen Deploige, Gita Deneckere, Mystifying the Monarch: Studies on Discourse, Power, and History, Amsterdam, Amsterdam University Press, 2006.

19 Eulalia de Borbón, Memorias de Doña Eulalia de Borbón ex Infanta de España (de 1864 a 1931), Madrid, Juventud, 1935. Aunque no le dedicó mucha atención, Anna Caballé incluyó estas memorias como ejemplo de autobiografía en el entorno de los años 40 y también como una muestra de la frontera difusa entre memorias y autobiografías. Anna Caballé, Narcisos de tinta: ensayos sobre literatura autobiográfica en lengua castellana (siglos xix y xx), Madrid, Megazul, 1995. p. 40-47 y 161.

20 Eulalia de Borbón, Memorias…, op. cit., p. 197-199.

21 « Cualquier mozo deportista e ignorante declaraba viejo loco a Ramón y Cajal, ignorando desde luego, en dónde estaba la locura del sabio, pero repitiendo que era un médico que no sabía curar un resfrío. De un bailador de vals y consumidor de cocktails que hablara medianejamente el francés, se creía poder hacer un diplomático si sus padres le habían dejado cuatro cuarteles en el escudo, y el Rey – educado en la conciencia de su responsabilidad – tenía que hacer esfuerzos continuos y vencer ocultas resistencias para quebrar ese espíritu de falsa aristocracia.
Todo esto hacía poco interesante la vida en la Corte y yo sentía, cada vez que en ella permanecía algunos meses, la nostalgia de los salones de París y de las cortes alemanas », Ibid, p. 199.

22 La admiración de la infanta por París y Berlín no se veía condicionada por la evolución política de esas elites, como ahora se verá. Aún así, la distancia insalvable entre esas aristocracias es bastante matizable. Fabrice d’Almeida, El pecado de los dioses: la alta sociedad y el nazismo, Madrid, Taurus, 2008.

23 Al margen de otra referencia al Duque de Alba y su posible recorrido político, por lo que optaba Eulalia de Borbón era por un Mussolini a la española y tenía muy claro que Miguel Primo de Rivera no representaba esa posibilidad. Eulalia de Borbón, Memorias…, op. cit., p. 223 y 272.

24 En los años 40 la infanta publicó un libro sobre la condición de la mujer en la época que resulta bastante elocuente en cuanto a sus planteamientos. Eulalia de Borbón, Para la mujer, Barcelona, Hispano Americana de Ediciones, 1946.

25 Guillermo Gortázar, Alfonso xiii, hombre de negocios: persistencia del Antiguo Régimen, modernización económica y crisis política: 1902-1931, Madrid, Alianza Editorial, 1986, p. 195.

26 Cristina de Arteaga, Borja, Madrid, [s.n.], 1941, p. 32-37. En su recuerdo estaba la idea de que los hermanos y hermanas eran conocidos como « los siete sabios de Grecia ». En los años veinte la autora estudió la carrera de Derecho siendo una conocida promotora del papel de la juventud católica en el ámbito universitario.

27 Ibid. Para el peso de la II República, p. 44 sq. « La guerra le hizo hombre », p. 109 sq. La esencia generacional del conflicto para los jóvenes de la aristocracia, p. 9.

28 El poema « Los grandes y los pequeños » que abre el libro resulta una descripción perfecta a nuestro entender de la mezcla de esas motivaciones nacionales, generacionales y sociales. Ibid., p. 9 sq.

29 Sobre lo difuso de las fronteras entre estos géneros y con una loable pretensión de ofrecer tipologías útiles: Anna Caballé, Narcisos de tinta…, op. cit., p. 40-56. Sobre las mismas fronteras permeables pero desde la biografía más que desde la literatura confesional – como le gusta decir a Caballé – trata el dossier « Los retos de la biografía » coordinado por Isabel Burdiel en la revista Ayer. Isabel Burdiel, « Presentación », Ayer, 2014, vol. 93, no 1, 2014, p. 13-18.

30 Cristina de Arteaga, La vida plural y dinámica del marqués de Santillana, duque del Infantado, Sevilla, Editorial Católica Española, 1948.

31 Un ejemplo de estos debates en torno a la responsabilidad social, política, cultural y económica de la nobleza Francisco Fernández de Bethencourt, Las letras y los grandes: discurso leido en el acto de su solemne recepción el día 10 de Mayo de 1914, Madrid, [s.n.], 1914; Fernando Suárez de Tangil y de Angulo, Breve estudio histórico-político y sociológico legal sobre las Grandezas de España y títulos del Reino, Madrid, [s.n.], 1914; Juan Barriobero y Armas, Aristocracia: Notas y observaciones relativas a su significación, Madrid, E. Catalá, 1915. En el contexto de la expropiación de las tierras de los Grandes de España aprobada en la II República el debate se volvió a plantear. Las posturas estaban muy condicionadas por la realidad política. Vid. Ricardo Robledo Hernández, « El fin de la cuestión agraria en España (1931-1939) », in Ricardo Robledo (éd.), Sombras del progreso: las huellas de la historia agraria, Barcelona, Crítica, 2010, p. 117-150.

32 Pierre Bourdieu, « Postface », in Didier Lancien, Monique de Saint Martin (éd.), Anciennes et nouvelles aristocraties de 1880 à nos jours, Paris, Maison des sciences de l’Homme, 2007, p. 385-397.

33 La marquesa y su madre también fueron conocidas por el título de duquesa de Parcent, obtenido en el tercer matrimonio de esta última. La autora de las memorias se casó en los años veinte con Max Hohenlohe-Langenburg y aparece en varias referencias con el título de su marido. Sobre Piedad Yturbe también VV. AA., Mi madre: Libro-homenaje a la memoria de Doña Trinidad von Scholtz, Madrid, [s.n.], 1946. Sobre Hohenlohe, Karina Urbach, Go-betweens for Hitler, Oxford, Oxford University Press, 2015.

34 Piedad Yturbe, Érase una vez: bocetos de mi juventud, Madrid, [s.n.], 1954, p. 156.

35 Ibid., p. 168.

36 Ibid., la caza en casa de los duques de Santoña, p. 164. La boda de su amiga Ana con el duque de Medinaceli, p. 166-167. Sus conexiones, por ejemplo, con los Güell, p. 234-235.

37 Ibid., en Carlsbad, p. 183. En Saint Moritz, p. 187. Cazando con la familia Potocki, p. 244. Sobre el cosmopolitismo como algo distinto de un internacionalismo vinculado a movimientos políticos o sociales es especialmente elocuente: Harry Kessler, Diario 1893-1937, Barcelona, La Vanguardia, 2015.

38 El cultivo de esa alta sociedad en la familia y la relación social lo entendió a la perfección: Gary W. McDonogh, Las buenas familias de Barcelona: historia social de poder en la era industrial, Barcelona, Omega, 1988. La importancia de las relaciones en la elite ha sido puesta de relieve por una gran parte de los clásicos en la materia. Una reflexión de conjunto: Jean-Pascal Daloz, The sociology of elite distinction: from theoretical to comparative perspectives, Basingstoke/New York, Palgrave/Macmillan, 2010. La figura de Piedita Yturbe es en sí misma una demostración de la trascendencia de ese papel relacional de la elite y, especialmente, de la mujer. Desde muy pequeña apareció en fotografías y artículos de prensa, siempre con esa connotación social. Su boda en 1921 fue un acontecimiento. ABC, 1 de enero de 1922.

39 Piedad Yturbe, Érase una vez…, op. cit., p. 165.

40 María Campo Alange, Mi niñez y su mundo, (1906-1917), Madrid, Revista de Occidente, 1956. En el inicio, exponía las dudas en torno a la publicación de sus memorias (muy relevantes desde el punto de vista de la narración de la experiencia vivida): « Nada parece en principio justificar la publicación de estas memorias […]. Este libro es el relato sincero de unas vivencias infantiles […]. Nada, en fin, salvo mi propia nostalgia, pudo dar origen a este libro. Únicamente su calidad humana justifica la publicación », p. 11, 14 y 15. Sobre la autora hay varios estudios publicados, recientemente vid. Begoña Barrera, María Laffitte: una biografía intelectual, Sevilla, Editorial Universidad de Sevilla, 2015.

41 Elizabeth C. Macknight, « A “theatre of rule?” Domestic service in aristocratic households under the Third Republic », French history, 2008, vol. 22, no 3, p. 316‑336.

42 María Campo Alange, María Blanchard, Madrid, Hauser y Menet, 1944; María Campo Alange, La mujer en España: Cien años de su historia, 1860-1960, Madrid, Aguilar, 1964; María Campo Alange, Habla la mujer: (resultado de un sondeo sobre la juventud actual), Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1967.

43 Desde la perspectiva de las biografías es muy iluminador: Mónica Bolufer, « Multitudes del yo: biografía e historia de las mujeres », Ayer, 2014, vol. 93, no 1, p. 85-116. Sobre el solapamiento de las identidades y la puesta en duda de la utilidad de este concepto: Rogers Brubaker, Frederick Cooper, « Beyond “identity” », Theory and Society, 2000, vol. 29, no 1, p. 1-47.

Pour citer ce document

José Miguel Hernández Barral, « Memorias de la elite. Experiencias femeninas de una aristocracia en decadencia » dans « Historias en primera persona. Egodocumentos del siglo XX español », « Travaux et documents hispaniques », n° 7, 2017 Licence Creative Commons
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Quelques mots à propos de :  José Miguel Hernández Barral

Centro Universitario Villanueva, Universidad Complutense de Madrid
Es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado artículos en distintas revistas científicas (Ayer, Circunstancia, Cuadernos de Historia Contemporánea) y es autor de Perpetuar la distinción: Grandes de España y decadencia social (1914-1931) (2014). Ha sido investigador visitante en la London School of Economics and Political Science y actualmente es profesor en el Centro Universitario Villanueva.