12 | 2020

Pere Gimferrer. En el umbral

Giuseppe Grilli


Texte intégral

1Hace poco Pere Gimferrer ha frisado y superado, jubiloso, la raya de los setenta años1. Es el límite de los grandes, cuando se confirma un itinerario o se abandona.

2Gimferrer ha dejado bien claro, en una entrevista de diario, que él no tiene en cuenta — no tiene en cuenta seriamente — la jaula o el obstáculo de la verbalización. Su identidad de escritor, que es seguramente si no toda, gran parte de su identidad de persona, radica y se expresa, como dijo aquel personaje famoso de Leopodo Alas, en lo físico. En este sentido Gimferrer es un escrior eminentemente teatral. Su presencia corporal desborda en amplitud y elevación, ocupando la escena en toda circunstancia que le involucra y le define protagonista. Y, como veremos, todos sus libros, pasando por todos los subgéneros de la poesía y de la poesía, se enraízan en un proyecto teatral, de actio frente a un público: la dispositio en ese sentido también responde a la finalidad de una representación, que solo permite aceptación u oposición.

3Auténtico hombre moderno, ha descubierto la literatura cuando ésta ya había dejado de ser una herramienta de conocimiento. Nacido cultural y poéticamente después del freudismo (y lacanismo), él cree que la escritura no se manifiesta en las lenguas de la comunicación verbal, sino con imágenes. En eso sin embargo es innovador: se trata de imágenes racionales, nada de manifestaciones subliminales del subconsciente. En esto radica la razón de ser poeta en lenguas diversas, sólo en eso él muestra tener un antecedente que contradice su mayor obsesión: ser original. Es un precedente bárbaro, y se llama Pier Paolo Pasolini, a la vez que Gimferrer es todo un clásico. Pero Pasolini ha sido original a su manera al establecer una poética de las lenguas, agrupándolas en dos vertientes, lengua (o cine) de prosa versus la de poesía. En este sentido hay quien se atreve a decir que el poeta Pasonini es fundamentalmente el joven que escribe el lengua primordial, la lengua del pagus, de la tierra, esa variente del Friuli de la latinidad antigua. Esto le ha interesado bastante a Pere Gimferrer, autor que abarca distintos dialectos neolatinos, todos dignificados y formalizados en lengua de cultura a lo largo de los siglo renacentistas. Ahora es necesario entender qué quiere decir ser poeta multilingüe: no se trata, solamente, de modular la dicción en idiomas historiconaturales mínimamente diferenciados, como si fueran variantes de una misma habla: castellano, catalán o italiano (con una extensión al francés remarcable), todos pronunciados como mediterráneos, a pesar de que hacerlo es una especie de ejercicio previo. Es bastante sabido que Gimferrer ha escrito, escribe, poemas, desde su adolescencia hasta su senectud (según la definición de Marco Tulio en De senectute), pero su plurilingüismo va mucho más allá de estas concreciones y es mucho más profundo. Escribió, a propósito de Vicente Aleixandre, el poeta cuyo puesto ocuparía en la Real Academia, que se movía entre desorden y orden no como polaridades, sino como continuidad, confluencia, cambio. Para Pere Gimferrer, a su vez, ser poeta impone un ritmo viajero, cruzando los géneros como si fueran fronteras a fin de disolverlas, como han hecho o hacen todos los grandes viajeros, desde Heródoto hasta Chatwin. Traducir, hacer política, filosofía y pensamiento, crítica literaria o artística, componer una novela o una tragedia, narrar libros: muchos viajes reales e imaginarios o incursiones en mundos paralelos e irremediables en el distanciamiento, así como muchos otros etcéteras, son la obsesión y profesión de la vida de Pere Gimferrer. Porque Gimferrer es uno de los hombres más cultos, más inteligentes y más inspirados de la modernidad; el único, quizás, que ha interpretado el tránsito de la modernidad a la posmodernidad con inteligencia. Tal vez el único intelectual occidental que, como tuvieron la intuición Foix o Pessoa, leídos por Gimferrer como equivalentes y estimados como precursores, ha recorrido la modernidad al mismo tiempo como una experiencia personal y una carga de saberes. Con sus ángeles custodios él puede ser (o imaginarse) al estilo de Ausias March, a quien tradujo e interpretó de modo excepcional, el restaurador de la poesía o de la novela caídas en el infierno del psicologismo egoísta. Como lo fueron los grandes restauradores del pasado, al llegar el umbral de una nueva era, aquellos escritores del tránsito, helenistas o modernistas, todo es literatura y, dentro de la literatura, solamente hay vida. He aquí un par de antecedentes evocados al azar: los helenistas que escribían en latín en el tiempo breve del triunfo de Roma, prefiguración de la catástrofe inminente; o los barrocos, como Góngora, entregado al desengaño irrevocable de la primera modernidad, como anotó Joan Ferraté, avanzándose unos decenios a todos los eruditos posteriores2. Por todo esto, creo que despedazar su obra es el vicio que la hace difícil y que constituye el fracaso de la interpretación aplicada a su poesía. Gimferrer en efecto ha producido una obra caracterizada por la vastedad y diría que también por una forma muy especial de monotemática. Habitualmente, y por desgracia, se lee como diseminada y sin embargo esencialista autobiografía historicista. De aquí surge el mito de las etapas, que responderían a condiciones históricas, mientras Gimferrer, como el maestro Foix, mide y ordena, Cronos neoorsiano, por categorías. No tenemos, pues, ni un Gimferrer en castellano u otro en catalán, ni un Gimferrer racional y otro emotivo. En un soneto que quizás no es la cima de su poesía, pero sí un ejemplo de didáctica del discurso, siguiendo un afán proselitista, un ejemplo hecho para homenajear a un poeta3 que le es simpático. Un poeta de la amistad, como le encanta que lo sea su querida y admirada Maria Mercè Marçal, en esa pedagogía progresista que se propaga en su obra. En el soneto aludido, el dístico inicial lo dice todo de la coacción política de su poesía, y por azar de toda poesía. El soneto procede del libro La llum, recopilación posiblemente parcial e incompleta de comienzos de los años noventa, es decir, en la etapa que, si fueran etapas, sería de madurez (y lo es desde la perspectiva de la edad): “Els homes esquarteren les dones com la lluna / ha esquarterat els núvols, obrint-les en canal”4.

4El combate — se sabe — no da treguas, como el ciclo solo habla con la historicidad del instante. Debe ser este el motivo por el cual de cada nuevo libro de Pere Gimferrer lo que nos seduce es la sorpresa. Y cada vez más estamos seguros de ello, y nos sentimos pacificados con la novedad ya incorporada, esta se hace mayor que la anterior. Mayor nacimiento maragalliano, cada escrito supera el anterior, mientras lo revalida y va fijando en él el enlace de la tradición que va creando y recreando. Pensamos, primeramente, en lo que se llama prosa y que adquiere claroscuros, impresionados con daguerrotipos, a su obra. Unas formas describen egregiamente la conexión. Y la cronología es más espectacular, ya que crece horizontalmente tanto que si proyectáramos los libros al planeta Siri, se podría invertir la sucesión. Se empieza el sendero desde el nivel más alto: los dos volúmenes que recogen el Dietari y donde el título de la temprana entrega — capítulo o poème en prose? — es todo un programa: El viure clandestí. El nacimiento fue el seis de octubre de 1979, fecha (mes y día) de la proclamación de la República Catalana el año 1934, pero el tema más bien remite al clima que preside el mejor libro de Leonardo Sciascia Il consiglio d’Egitto (traducción catalana de Carme Arenas, Edicions Proa, 1988). Esta línea o tradición local, como le gustaría decir a Lola Badía, se hace comprensible con Fortuny de 1983 y definitivamente con Los raros5.

5De estos dos últimos grandes libros — dos libros egregiamente teatrales, guiones a la manera de Federico Garía Lorca — vale la pena ver también las versiones italianas, ya que la deriva que narran se hace evidente en esta lengua y se completa con el poemario en italiano de homenaje a Dante Per riguardo del 2014. ¿Dónde sobresale el poeta? Bastante mal responden al interrogante dos de las más reiteradas frases hechas: “ai posteri l’ardua sentenza” y, sobre todo, la cervantina “quizá otro cantará con mejor plectro”. No se ha movido mucho el Daimon gimferreriano… ni en la diacronía ni en la sincronía. En el 1991 — diez años más tarde del Dietari y de la primera edición de la recopilación Mirall, espai, aparicions — se inscriben La llum y Fontanella (tragedia). Y en aquella recopilación que se abre con el sensacional poema Els paranys nos guiña el ojo Wallace Stevens y más adelante se expone la Llum de Velintonia en homenaje al jardín de Aleixandre. Una cosa es cierta: el tiempo, lo subjetivo, es una engañifa. Si no, véase el indicio de la última etapa de la desazón de este Daimon, de su recorrer el espacio y finito:

Oh tristeza oh mesnadas oh plazuelas marinas
neblinosos arbustos oh caído noviembre
plataforma del sueño giratorias farándulas
arlequinada o vértigo de medusas silentes
Oh corceles del tiempo sobre el mar desbocados
Oh girasol perpetuo de confundidas sangres
Oh palabras oh rostros oh velamen de plata
Oh escrituras miniadas crepitando de imágenes6.

6No hay punto y aparte, aunque el crítico quiera inventar uno. Seguramente valía la pena ser feliz para hacer disputas con Circe y leer de segunda mano, en la biblioteca familiar de todos modos, a Stendhal. Escuchando a Nat King Cole, no se olvide el detalle, el detalle que marca, hace la forma y el contenido de cualquier poema, de todo texto artístico. No hacía falta pues que nadie esperara libros como Alma venus (2012) o El Castell de la puresa (2014). Hacía falta leerlo todo al paso de entrada — in limine — de Per riguardo (2014, aún) cuando el verso no admite la historia, ya que es el agujero negro, su punto de inflexión sin retorno.

Stemmi
Quella nottata, quella cortesia,
come la notte scende tremolante,
con la bandiera del bestiame grigio,
stamane in azzurro tramutato,
per non vivere affatto in sé: blu il dubbio,
celeste cupo il mondo della luna,
parecchie lune, nastri della notte,
sì vicini a noialtri, come luna
così vicina al fuoco del mattino
e al fiammeggiare della nostra morte.
Così vicina al sol damaschinato,
al tempio cancellato a lume spento,
l’airone del passato, questo grido
girovago di tante gioventù7.

7Naturalmente, para ser fiel a la lengua y a la nada, como le gustaba a Martí de Riquer, otro ídolo idolatrado por Gimferrer, cabe rememorar el último poema de Marinejant (2016). En el poema-terminación de El passatger se encuentra el principio, el primer sonido de Els batalls, de la idea primordial y evocativa, aquel “poema fosc de la meva joventut”, exactamente allá “quan sabem que viurem sempre així”. Y todo se acaba justamente evocando el tribunal de las aguas, institución antigua, ni se sabe si incluso desde antes de la fundación del reino feliz, que fue el de March y Martorell, belicosos los dos, explorando “la bestreta de la mort”.

8Bien situada en el centro de la obra gimferreriana se encuentra su gran “novela”, Fortuny. ¿A qué Gimferrer pertenece Fortuny? La respuesta inmediata podría ser que se refiere al escritor-poeta que manifiesta (o sea, la que está al servicio de) la boca / voz del catalán, la lengua de Ramon Llull y Ausiàs March, de Francesc Fontanella y Josep-Vicenç Foix, de Miquel Costa i Llobera y Gabriel Ferrater. Sin embargo, a pesar del trabajo erudito de Nicola Palladino sumado a la edición en “italiano”, que como escribió Pere, debía ser la lengua materna del propio libro, si lo cogemos desde la distancia que separa la edición que sigue el otorgamiento del premio de novela Ramon Llull y su rescate italiano, me da la impresión que el libro se escribe en otra de las múltiples alteridades gimferrerianas8. Y al respecto, se me hace presente una anécdota personal. Años atrás, ingenuo, confiado en su crédito (crítico) dándole señas de haber leído con detenimiento uno de sus textos más interesantes y, sin embargo, un poco descuidados para el lector profesional (se trata de la tragedia Fontanella), le decía que había captado su secreto. Según yo, un yo un poco orondo y cortés (¿o descortés?), aquella incursión teatral no hablaba otra lengua sino la de un fragmento del poemario La llum (1991), que con aquella nueva entrega reforzaba su identidad de sequel del magno y magnífico Zibaldone, en un seguimiento ideal y homenaje a Leopardi. O, si se quiere, dentro de una línea adoptada por J. V. Foix, en la evocación de la juventud que explota en el Diari del giovin poeta en aquel mítico memorial de 1918. Entonces sucedió que Pere, simpático y atento, y al mismo tiempo incómodo, máscara del despecho escondido, manifestó que mi explicación hacía pedazos su texto. Él había confiado en su encanto (tal vez de la mano del Buñuel de 1929-1930) de imaginación de una dramaturgia del siglo xvii. Una dramaturgia trágica del final del seiscientos: he aquí a donde colocaría Fortuny dentro de la historia de la cultura. Una especialización que fue practicada por los mayores maestros y amigos de Pere Gimferrer: Miquel Batllori, que con Riquer y Octavio Paz componen la tríada ideal del poeta, del hombre, del erudito. Siempre que excluyamos a Andreu Nin, realidad y mito de otro Gimferrer, el traductor. Como el poeta aclara en el mirobolante El Castell de la puresa (2014), Gimferrer busca y persigue el afán del vivir con el sentido profundo de Joan Maragall, seguido de Giuseppe Ungaretti, en un tiempo perdido por siempre jamás, el comienzo del Novecientos.

9Gimferrer, ¿artífice universal o poeta nacional? Me resulta difícil incluirlo tanto como excluirlo. En el “seu darrer comunicat” (evocando a su gran mentor, poeta todavía solamente patrimonio catalán, Foix), Marinejant, a veces se me hace patente la tentación de entrever a contraluz un texto tan nacional y nacionalista que casi nos evoca como modelo L’oda de Catalunya d’Armand Obiols como patrón métrico que, en el léxico gimferreriano quiere decir — creo — temático o de contenido, es decir, poético, de poética intencionada. Sin embargo, se abre con la dedicatoria a Cuca. Nada inocente y por muchas razones. Porque las palabras que lo explican son de Pedro de Medina Medinilla, uno de los autores que Gimferrer estima. De un aprecio especial, el aprecio que le merecen los raros. Y Cuca ha sido y es Tornado9 (“En el tiempo de tanta destrucción”). Una recopilación que se inspira en la lengua flotante amparada en la autoridad de Joan Coromines y en la sugerencia de Rubén Darío. Una primera piedra de un tríptico que conduce a Alma Venus10, pieza especial para leer dentro de un conjunto. El sistema formado por el eje de las tres lenguas del interludio que nos reportará a Marinejant. En el cajón de sastre, junto a El Castell de la puresa, aparece el poemario en italiano, Per riguardo.

10Para concluir, podemos decir que Pere Gimferrer es el poeta mayor y más prolífico en el trasvase del siglo veinte al veintiuno. Lo ha sido desde el principio, con el exordio en castellano, en el rumbo del catalán (L’espai desert traduce por azar el título de The wast land?), y ahora este estallido maduro del italiano. Una lengua que resulta difícil en su barbarie neoclásica que se avanza a March y Garcilaso. Engagé, a pesar de todo y todos. He aquí el destino irónico y paradójico del poeta Gimferrer. Él, heredero creído del rimar clus en nombre, al menos, de la camaradería con Martí de Riquer, se le coloca bellamente dentro de la pandilla postmoderna, no por empeño de los críticos, sino por decisión propia, por comportamiento serio y entero a la vez que sarcástico y descarado (en Mascarada, 1996, ya lo decía sin tapujos). Truhán de sí mismo, evocador del aquel Possimico, actor solitario en el escenario, espejo escénico de Francesc Fontanella en su obra maestra, el teatro total de Amor, firmesa i porfia (hacia 1642) Gimferrer escribe poesía como si actura delante de un público atento, perfecto, embobado e imaginario. El esforzado caballero que mezcla poesía y política vuelve a golpear, bajo la guía de Martí de Riquer, también en la última entrega en castellano11. Pero no se piense en un reencuentro con la edad media mítica y alejada. América está presente, con sus grandes voces de poesía y con sus mitos de masa, del cine como de la música pop. Gimferrer, otra vez, como siempre es hombre contemporáneo, moderno y postmoderno. Vital y vitalista. Pero historicista conjuntamente. Se compromete con la vertiente que históricamente hace de enlace entre hombre y poema: la obsesión erótica. Tanto vale que haya pasado la edad joven, el sexo no tiene edad, ya que “Así la flecha tensa, así el arco tombado / tiene el nombre de vida / y el de la muerte al lado”. La belleza del poemario es inseparable de su compromiso. Y así lo afirma:

Es ésta la esperanza: nos sostienen
las palmas de las manos del placer,
nos sostiene el deseo al enlazarnos,
al golpearnos, al rompernos: pátina
del teatro que el cuerpo desenfunda,
que al cuerpo desenfunda: así reluce
como la espada de la oscuridad.
Mordemos la bebida del relámpago12.

Bibliographie

De Stasio Loreta, “I rari, de P. Gimferrer”, Pasavento, Revista de Estudios Hispánicos, vol. 3, no 2, 2015, p. 249-254.

Ferraté Juan, Dinámica de la poesía, Barcelona, Seix Barral, 1982 (nueva edición).

Gimferrer Pere, Alma Venus, Barcelona, Seix Barral, 2012.

Gimferrer Pere, Fortuny, pref. Giuseppe Grilli, trad. nota critica Nicola Palladino, introd. Octavio Paz, Roma, Aracne, coll. “Dialogoi-testi”, 2016.

Gimferrer Pere, Poemas 1962-1969, Madrid, Visor, 1988.

Gimferrer Pere, Tornado, Barcelona, Seix Barral, 2008.

Gimferrer Pere, No en mis días, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2016.

Grasset Eloi (ed.), “Cincuenta años de ‘Mensaje del Tetrarca’, de Pere Gimferrer”, Tropelías. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, no 20, 2013.

Lida de Malkiel María Rosa, “La leyenda de Alejandro”, en La tradición clásica en España, Barcelona, Ariel, 1975.

Zimmermann Marie-Claire, “Formes de l’escriptura en l’obra de Pere Gimferrer”, en Actes del Dotzè Col·loqui Internacional de Llengua i Literatura Catalanes, Barcelona, Abadia de Montserrat, 2003, vol. I, p. 17-41.

Notes

1 Cuando cumplía 65 años, Mercurio (Número 127, Enero 2011) le dedicó un monográfico que se abría con una aportación de Antonio Muñoz Molina (con el título “Protagonista del fulgor”, p. 8-9) de la cual quiero destacar unos fragmentos: “en la literatura de Gimferrer, como en su conversación o en su curiosidad omnívora, caben simultáneamente todos los registros de las artes y todas las menudencias de la vida, su memoria. Su memoria, su imaginación, son al mismo tiempo biblioteca, filmoteca, fonoteca, revista de chismes, museo y gabinete de curiosidades y chamarilería. Pero detrás de esos laberintos hay siempre un impulso vital que va en busca del fuego de la experiencia verdadera”.

2 Juan Ferraté, Dinámica de la poesía, Barcelona, Seix Barral, 1982 (nueva edición).

3 Se escapa de esta constricción el estudio del primer Gimferrer realizado por Marie-Claire Zimmermann, “Nacimiento de una voz poemática: ‘Mensaje del Tetrarca’, de Pere Gimferrer”, Tropelías. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, no 20, 2013, p. 7-17.

4 Citado por Marie-Claire Zimmermann, en su discurso de apertura al XIIe Col.loqui de Llengua i literaturara catalanes, “Formes de l’escriptura en l’obra de Pere Gimferrer”, Actes del Dotzè Col·loqui Internacional de Llengua i Literatura Catalanes, Barcelona, Abadia de Montserrat, 2003, p. 17-41. La cita viene del poema La llum, p. 54 en la edición de 1992.

5 Véase la reseña, atenta y pormenorizada a la edición italiana (que perfeccciona referencias y enlaces internos) de Loreta De Stasio en Pasavento. Revista de Estudios Hispánicos, vol. 3, no 2, 2015, p. 473-478, donde emerge la propensión teatral de tantos capítulos especialmentes en la rica sección italiana (los relativos a Giorgio Baffo, Aretino, Casanova o Savinio).

6 “Malienus” en Pere Gimferrer, Poemas 1962-1969, Madrid, Visor, 1988, p. 7-22.

7 Puede ser sugerente la nota de M. R. Lida que descubre un motivo de la última Edad Media ibérica que nos conviene a propósito de Blasones para comprender su posible origen entre las lecturas de Pere Gimferrer. Cf. María Rosa Lida de Malkiel, “La leyenda de Alejandro”, en La tradición clásica en España, Barcelona, Ariel, 1975, p. 195, cita la “intención de enseñas y blasones en el tratado de armas de Diego de Valera”.

8 Pere Gimferrer, Fortuny, pref. Giuseppe Grilli, trad. nota critica Nicola Palladino, introd. Octavio Paz, Roma, Aracne, coll. “Dialogoi-testi”, 2016.

9 Pere Gimferrer, Tornado, Barcelona, Seix Barral, 2008.

10 Pere Gimferrer, Alma Venus, Barcelona, Seix Barral, 2012.

11 Pere Gimferrer, No en mis días, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2016.

12 Ibid., p. 49-50.

Pour citer ce document

Giuseppe Grilli, « Pere Gimferrer. En el umbral » dans « Conversaciones con Marie-Claire Zimmermann : el yo, poesía y teatro », « Travaux et documents hispaniques », n° 12, 2020 Licence Creative Commons
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Quelques mots à propos de :  Giuseppe Grilli

Universidad de Roma III