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Individu et société : représentation, rapports, conflits (I. Espagne)

Ce volume recueille quelques-unes des communications présentées au colloque international « Les représentations de l’individu et la société : rapports et conflits dans le monde hispanique » (Université de Rouen, les 13, 14 et 15 février 2008), sous la direction scientifique des professeurs Venko Kanev, Milagros Torres, José Antonio Vicente Lozano et Daniel Vives, avec le concours du laboratoire ERIAC, de l’École doctorale « Savoirs Critique Expertises » et du Conseil Scientifique de l’Université de Rouen. Les textes ont été recueillis par Milagros Torres et Miguel A. Olmos.

Couverture de

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El trasfondo social como medio alienante en Te trataré como a una reina de Rosa Montero

Tatiana Panteva


Résumés

Le système éthique du franquisme que l’on croyait éradiqué à la fin de la dictature reste vivant dans la mentalité collective. Dans ce climat spirituel agissent les personnages de Rosa Montero, des créatures embourbées dans une existence mesquine, solitaire, qui n’ont pas réussi dans la nouvelle société et dont les tentatives de sociabilité produisent l’effet contraire à celui que l’on souhaite. Dans cette absence de tout projet collectif, l’auteur nous introduit dans le monde de la subjectivité a travers des suggestions qui font la mise au point de vérités insinuées ou passées sous silence, et qui nous invitent à les repenser et revaloriser. C’est le cas de l’arrière-plan social, omis dans l’espace romanesque, entrevu dans les vicissitudes du destin.

El sistema ético del franquismo, presuntamente desarraigado al final de la dictadura, se mantiene vigente en la mentalidad colectiva. En este clima espiritual actúan los personajes de Rosa Montero: unos seres solitarios, empantanados en una existencia mezquina, que no triunfan en la nueva sociedad, y cuyos intentos de sociabilidad producen un efecto contrario al deseado. En ausencia de todo proyecto colectivo, la autora nos introduce en el mundo de lo personal a través de sugerencias que enfocan verdades insinuadas o silenciadas, y que invitan a repensar y revalorarlas. Es el caso del trasfondo social, omitido en el espacio novelesco, entrevisto en las vicisitudes del destino.

Texte intégral

1El resurgimiento de la novela española en los años ochenta, manifiesto en la obra de un nutrido grupo de escritores brillantes que conviven con varias generaciones de maestros venerables, se inserta dentro del fenómeno conocido posteriormente como nueva narrativa española por incluir otras formas más breves de relatar, con todo lo discutible que parezca el término. Es un fenómeno que se entreteje de manera decisiva en la cultura de la postmodernidad hispana al incluir el amplio espectro de rasgos inherentes a una larga tradición que parte del Quijote y se replantea en los intentos innovadores noventayochistas y novecentistas: la crisis de la identidad, el anhelo de felicidad y el destino, la relación dialéctica entre cultura de élite y cultura de masas, la promiscuidad genérica, etc. Una de las características temáticas principales de éstos, estudiada profundamente en numerosas investigaciones y objeto de estudio del presente trabajo sobre una de las obras tempranas de Rosa Montero, Te trataré como a una reina, es la perduración del franquismo y la posguerra como ámbito moral en la novelística reciente.

2Es persuasiva la conclusión que formula Sanz Villanueva abordando los aspectos relativos al valor testimonial de la narrativa de dicho periodo: “En términos genéricos, puede decirse que los más graves y acuciantes problemas de nuestra sociedad no se han visto reflejados en la novela posfranquista, la cual, por lo común, se ha sentido ajena a la realidad cotidiana”1. Este alejamiento de la temática de lo cotidiano resulta lógico, pues en los primeros años democráticos era difícil discernir lo novelable de la sociedad presente fuera de actitudes de oposición radical o de rotunda negación y rechazo a las inhibiciones propias de cualquier régimen dictatorial. No obstante, ya en las obras surgidas en los primeros lustros democráticos se hacía palpable un cambio sustancial en la manera de concebir el relato, que parecía anunciar una preferencia por el intimismo, por una narración fragmentada que focalizase problemas esenciales del individuo y evidentemente pospusiese la problemática colectiva y sus planteamientos en la época no tan lejana del realismo socialista (o socialrealismo) en los cincuenta.

3A principios de los ochenta el proceso de democratización, anunciado con el fin de la dictadura y la reforma fundamental en el sistema político, no provocó rupturas ni sacudidas que traumatizaran gravemente la sociedad, lo cual se señala como uno de los alcances ejemplares de la transición española. Pero la tan anhelada libertad no tardaría en provocar un amargo desencanto en amplios sectores públicos, proveniente de una serie polifacética de manifestaciones de la ética específica de la sociedad transformada que iban cobrando legitimidad, como la movida madrileña, el descontento laboral, el fenómeno social de la corrupción, etc.

4Significativamente se ha extendido la denominación de los ochenta, el periodo de la consolidación de la transición política española, como la década de la codicia en diversos países desarrollados, porque mucha gente ágilmente acumuló dinero y ello repercutió en todos los niveles de la práctica social y de las relaciones establecidas. En una comunidad carente de tradición democrática arraigada y estable, la cultura del pelotazo, o sea, la del negocio rápido, de la especulación monetaria, del neoliberalismo en general y, por ende, la aspiración al bienestar como fin primerísimo y a toda costa, produjo una clase empresarial y política que glorificaba el éxito, prosperaba y se mantenía consecuentemente machista. Se han venido cuestionando, como es de esperar, la actitud y el papel del poder estatal en torno a esos fenómenos.

5A la vez era notorio que paralelamente se seguían manteniendo los valores patriarcales tradicionales que daban pauta a la educación en la época franquista. El tratamiento tradicional de la mujer como mero objeto sexual económicamente dependiente, fácilmente desplazable del entorno inmediato del esposo que amasaba fortuna para ser sustituida por otra veinteañera, rubia y guapa, se iba convirtiendo en norma. Esta serie de prácticas básicas, junto con un amplio espectro de repercusiones de orden psicológico, moral, estético, etc., buscaban una solución de signo feminista que ya había encontrado cauce temático en las novelas de varias promociones de escritoras y prometía seguir alimentando la imaginación de las más recientes, cuyas representantes daban sus primeros pasos: Cristina Fernández Cubas, Esther Tusquets, Marina Mayoral, Soledad Puértolas, Rosa Montero y otras de talento comparable. Existen también ejemplos de preferencia por las historias sumidas en lo personal, de sugerencias que enfocan verdades apenas insinuadas o silenciadas que nos invitan a repensar y revalorarlas. Es el caso del trasfondo social omitido en la materia narrativa del espacio novelesco, que sin embargo se deja entrever constantemente al encaminar el destino de los personajes en la obra antes mencionada de Rosa Montero, de cuya publicación se cumplen 25 años y que, sin haber llegado a convertirse en un sonado éxito editorial, sigue completando una vasta bibliografía.

6Te trataré como a una reina es una novela de mensaje feminista, que sin embargo dista de constituir su eje propiamente dicho; insistir en este aspecto puede enmarcarnos en una parcialidad que restaría valor a una obra profunda y compleja – a la par que de lectura accesible a un amplio público – que intenta cuestionar evidencias y desentrañar incertidumbres que sobrepasan los problemas de la mujer y su emancipación. La Bella, personaje principal, suspira reconociendo para sí misma que “el mundo no estaba hecho para mujeres solas, a pesar de todo lo que dijeran las feministas ésas”. Pero enseguida se pregunta, partiendo de su condición solitaria: “sí, tu hombre puede esperarte a la salida del trabajo y defenderte de los peligros callejeros, pero ¿quién te defiende luego de tu hombre?”2 La autora plantea como dudosa la esencia española de la emancipación que en los primeros años democráticos más parece volverse contra las mujeres que favorecerlas, como demuestra el destino adverso que rige la vida de sus protagonistas.

7Te trataré como a una reina podría ser leída como una metáfora de la realidad de la transición española. Una historia poblada de personajes escépticos, nihilistas, cansados, que se sienten espiritualmente perdidos y socialmente desmotivados en los años del desencanto y que recurren al erotismo destapado, a la bebida alcohólica y a veces a la droga. Son seres adultos que han perdido las ilusiones juveniles y sabiendo que no obtendrán recompensa, consecuentemente se autodestruyen. Creyendo haber hallado amor, entendimiento, confianza y apoyo no tardan en ver sus esperanzas refutadas por el desarrollo vertiginoso de unos acontecimientos que son incapaces de regir. La actitud sociable manifiesta en una gama de gestos provenientes de individuos en el fondo comunicativos, conduce a la ruptura y al retorno a la soledad aun más dolorosa.

8En la obra se entrecruzan varios relatos que se centran, o al menos gravitan, en torno a un local carente de ubicación y de color, de escasos y heterogéneos clientes, el exprostíbulo denominado Club Desiré. Al comienzo quedamos con la impresión de adentrarnos en una común historia criminal: un reportaje lanza la noticia de que cierta mujer de 46 años, de apodo la Bella, entró en la casa de Antonio, de 49, ambos solteros, y tras haberlo maltratado cruelmente, lo tiró por la ventana de un cuarto piso; esta misma mujer ha sido detenida gracias a la eficaz acción de los inspectores de Policía. Acto seguido, retrospectivamente, conocemos a Antonia, una solterona de 44 años, gorda, de ingenuidad infantil y un poco tonta, privada casi por completo de experiencia social primero por culpa del padre despótico, ya fallecido, y luego por su hermano Antonio, que la ha subyugado y convertido en su sirvienta. Por la manía de protegerla e inmiscuirse en su vida privada, Antonia ha llegado a esa edad sin conocer el trato sexual, víctima de la rígida educación que durante la dictadura debía recibir toda señorita de bien, y de un ambiente familiar de por sí opresivo. Pronto conoce a un muchacho vecino, Damián, bizco y algo retrasado mental, de veintiún años, del cual se enamora. Los dos comparten unos tratos sexuales grotescos pero por primera vez en su vida ella se siente feliz. Su hermano, indignado de esas relaciones que considera ridículas y vergonzosas, los separa y deja a Antonia desesperada. En todos estos trances se hace patente una actitud expresamente machista: Antonio, justo antes de sufrir el accidente, ha propuesto matrimonio a Vanesa, quien tiene apenas dieciocho años, no siendo desde su punto de vista ningún obstáculo esa gran diferencia de edad. Se nota en esta línea argumental un roce con Lolita de Nabokov a punto de desarrollarse en una variante actual de El sí de las niñas moratiniano.

9Bella es una pianista y cantante de boleros en el Club Desiré que sueña con marcharse lejos y empezar una nueva vida. En el club aparece un hombre extraño y bastante mayor, apodado el Poco, que alimenta sus ambiciones artísticas y le propone viajar con él a Cuba para trabajar los dos en el bar Tropicana. Cuando está a punto de enamorarse de él y de entrever una perspectiva para su futuro, toda la historia se desmorona. El Poco siente una fuerte y bien oculta atracción por la joven Vanesa, que no le corresponde; y al saber éste que ella planea casarse con Antonio, penetra en su modesto cuarto de una pensión y le da una paliza que la deja moribunda. La misma noche el Poco muere atropellado por el metro. A la mañana siguiente Antonia llora su desdicha a Bella, que es amiga de la infancia de ambos hermanos, y eso desata la ira y agresión que la conduce al piso de Antonio.

10Rosa Montero nos ofrece una novela a primera vista inmersa en torno al Club Desiré, que salvo raras retrospecciones evita la referencia externa, pero vivifica un cuadro sugerente del mundo circundante. Para una aproximación en profundidad es imprescindible acudir al código de la novela policial, lo cual nos haría reflexionar sobre las causas sociales del delito y la inestabilidad del ser humano en un amplio entorno apenas insinuado, pero presente, dentro de una dinámica sociocultural que continúa siendo esencialmente franquista, varios años después. Un gran mérito de la obra de Montero es el fino y perspicaz sentido del humor y, en general, la facilidad en el manejo de los recursos cómicos, que permite una observación “desde arriba” de los sucesos. La perspectiva irónica distanciadora y la promiscuidad genérica del relato, en tercera persona3, en buena medida fragmentado; el bolero que matiza el fondo y confiere a la novela una conmovedora dimensión cultural, así como el reportaje que supone objetividad y algunas cartas, conforman un perfil postmoderno reconocible en el intento fructuoso de hacer revivir el placer de la lectura y de la historia bien contada4. El razonamiento individual y el estado intimista del ser humano se expresan a través de monólogos interiores y diálogos superficiales en los que se evita la sinceridad, incluyendo los reportajes. Estos recursos en su conjunto subrayan el estado de crisis existencial de unos seres humanos alienados y ensimismados.

11La novela conduce a un mundo urbano marginal, de ambientes asfixiantes, sórdido, sumido en una tensión proveniente del individuo solitario e indefenso, consciente de un futuro poco venturoso y de estar siempre al filo del fracaso. Los personajes, como hemos visto, predominantemente cuarentones mediocres, representan las deficiencias sociales del sujeto contemporáneo, sometido a una vida azarosa, arbitraria y a menudo absurda. Toda la obra está traspasada por la rigidez social, la incapacidad de tomar la iniciativa para conducir el propio destino, por egoísmo, inflexibilidad, ruindad.

12En Te trataré como a una reina ninguna mujer recibe el trato que anuncia el título a pesar de que todos los personajes a su manera ansían ser queridos, pues la obra versa sobre la existencia subjetiva e intimista de unos seres desamparados, sumidos en lo imaginado y lo directamente experimentado como ingredientes constituyentes de la realidad personal. El Poco, Bella y Vanesa adoptan nombres falsos como un gesto de rechazo, ruptura y distanciamiento del pasado propio, en la tentativa de reconstruir una nueva identidad por medio de un acto de autoprotección. En ciertos nombres, que se mantienen en el tono humorístico de la autora, subyacen insinuaciones irónicas: Poco ha pecado mucho toda la vida, Bella en realidad es “una rubia gorda sudorosa, ceñida en un vestido”, cuyas manos “eran gruesas y cortas, no eran unas manos de artista, de pianista, no eran unas manos para llenarlas de diamantes, […] ni para hacer el nudo de seda de una corbata masculina, ni para sostener el micrófono como lo sostenía la Eydie Gorme”5; y Antonio apenas le alcanza la barbilla. Éste, que ha sobornado a un empleado que le facilita la lista con los números de teléfono de las esposas de pilotos que se ausentan de casa durante la semana, busca la manera de seducirlas y abandonarlas pronto a su antojo donjuanesco. Continuamente se esbozan relaciones impregnadas de falsedad e intenciones ocultas, que derivan ante todo en el alejamiento, la enajenación, la desunión.

13La conciencia de inferioridad con respecto al hombre prescrita en la época anterior dista de estar superada en la práctica cotidiana, no obstante las nuevas realidades. Antonia está sojuzgada por su hermano mayor, pero a la vez le resulta imposible sentirse realizada sin su presencia: “Con Antonio en casa siempre había algún quehacer: servirle la comida, prepararle las hierbas digestivas, abrirle la cama […]. Con su hermano en casa Antonia se sentía necesaria”6. Los breves amoríos con Damián desarrollan otro tipo de dependencia ambigua, mitad maternal, mitad amorosa. Bella, sin apenas notarlo, paulatinamente se ve atrapada en las mallas de Poco, aunque al principio instintivamente duda que haya trabajado en el Tropicana: “el mejor cabaret del mundo, el palacio del bolero, la meta de sus sueños. Cuando aún tenía sueños, hace años”7. Paradójicamente los ha perdido, no obstante la libertad, o con su advenimiento. O la jovencísima chica provinciana Juana, alias Vanesa, que de día trabaja de asistenta y por la noche aparece en el Desiré con aires de artista, y que apenas dispone de unos días para disfrutar de la expectativa de ascensión social, de ser tratada como señora y futura esposa de Antonio.

14El duro despertar del sueño, el hundimiento de esperanzas e ideales atañen a personajes femeninos y masculinos. Antonia, sola, abandonada por su amante, con el hermano agonizante en el hospital y la amiga que consideraba su apoyo, detenida; Bella, en prisión, al haberse de­jado arrebatar por la crisis de celos y una agresividad poco usual en ella; Vanesa, en el hospital, gravemente lesionada.

15Los personajes masculinos, a pesar de edificar proyectos para el futuro y demostrar voluntad de realizarlos, son conducidos igualmente al fracaso: Damián, ahuyentado por las amenazas de Antonio; el Poco, muerto, desenmascarado como un hombre vil por las tristes confesiones de su hijo; Antonio, hospitalizado, con malos pronósticos para su salud. El submundo del Desiré es sacudido en escasas horas por las malas intenciones de unos entes desconcertados en su condición marginal.

16La supuesta liberación de la mujer, al haber desaparecido la antifemenina sociedad franquista, adquiere tintes grotescos en unas protagonistas caricaturizadas. Todas, en alguna medida, sufren abuso sexual con tintes grotescos, son humilladas y privadas de cualquier posibilidad de controlar los sucesos a su favor. En Antonia la carica­tura adquiere tintes más agudos, por su porte, su figura y su modo de conducirse, que parodian cualquier observación objetiva.

17Las reminiscencias de las costumbres tradicionales patriarcales continúan resonando en la vida de los protagonistas, insuperables en unos pocos años de libertad, así como la falta de conocimiento mutuo, de autoestima, que se traduce en la carencia de una significación aceptable de sí mismo y en una serie de defectos de conciencia. Estos factores conforman actitudes que conducen a la desfamiliarización, a la negación de los suyos. Sin embargo, no presenciamos la degradante y asocial dimisión del deber filial. En el plano íntimo, las relaciones más entrañables y basadas en sentimientos amorosos, fraternales, fi­liales, así como los intentos de entablar o recuperar una amistad, conducen invariablemente a la disgregación y al rechazo. El padre emerge como figura nefasta que años atrás destrozó la vida de los hijos y la esposa, que los tiranizaba y más tarde los dejó abandonados. Sin embargo, tanto Antonia como Menéndez demuestran, aunque no de manera incondicional, respeto al padre que años atrás les privó del cariño, comprensión y apoyo que tanto añoraron toda la vida. Sendas revelaciones adquieren tonos de desahogo en dos correspondientes momentos cruciales de las vidas de dichos personajes. El tratamiento injusto, la actitud paterna amenazadora y despótica que tuvieron que sufrir y soportar en la tierna edad de la infancia y en la adolescencia, al ser revividos dolorosamente mucho más tarde, en los respectivos momentos culminantes de su existencia, ya han recibido una fría y merecida condena. Afirma Menéndez al quedar informado de la muerte de su padre: “No me malinterpreten, pero casi me alegro. […] Cuando nos abandonó, yo no tenía más de cinco años, y él debía andar por los veinticinco. Era ya un vaina, un perdido. No les quiero contar los sufrimientos de mi pobre madre por hacerme hombre de bien”8.

18El resentimiento por la injusticia sufrida se agudiza con la reaparición de la imagen de la madre: una mujer desamparada, abandonada a los vaivenes de la fortuna con un niño de poca edad.

19El padre de Menéndez, conocido en el Desiré Club hasta su muerte sólo por el apodo el Poco, debido a un tatuaje que rezaba “Poco ruido muchas nueces”, es un personaje siniestro de esos que pueblan las historias criminales. Por su apariencia provoca sospechas de ser dueño de un pasado inconfesable, a pesar de presentarse como autor de boleros que años atrás había trabajado en el Tropicana, pero que a causa de una pelea se vio obligado a salir del país y apuntarse a la Legión… Son indicios de una violencia futura, desatada al final de la obra, y acompañados además de un aspecto físico que lo asemeja a los reptiles.

20El padre tiránico ha dejado residuos amargos en los recuerdos de sus hijos Antonio y Antonia. Ésta, después de su primera experiencia sexual a los 44 años, comparte con su madre en una carta:

me da un poco de vergüenza, […] pero sé que usted me entendería si supiera, aunque a veces me entra un apuro muy grande de pensar que padre me está viendo desde el cielo, o desde el purgatorio, porque pa­dre era un poquito soberbio, que él me perdone, y a lo mejor tiene que pasarse unos siglos purgando sus faltas. Y no es que me alegre, claro, pero a cada cual lo suyo9.

21Se hace patente la aspiración de Antonia a una liberación moral que despeje la vía hacia la libertad sexual. Ella se abstiene de vituperar explícitamente la conducta del padre muerto, uno de tantos caciques provincianos; pero el doloroso reproche se mantiene vigente en los largos años de soledad. Dura debe de haber sido una culpa por redimir durante siglos. La sombra de la constante amenaza que mantiene aislada a Antonia de sus compañeras en los años de amoríos juveniles, sigue pesando en su alma: “Tú eres mi hija y te tienes que comportar como una señorita, como corresponde a tu clase y condición. Como te vea tontear con algún pelagatos del pueblo, te deslomo.”10

22La vergüenza y el constante temor a las reprensiones no superadas ni a los cuarenta y cuatro atribuyen calidad de fetiche al retrato de Antonio, el hermano mayor en quien no ha tardado en resucitar el despotismo paterno, para que no lo contemple ferozmente desde la mesilla en los momentos íntimos que ella sigue considerando pecado. El único lazo fraternal se asienta en la dependencia económica y las faenas domésticas, dedicadas a asegurar una mayor comodidad al hombre en la familia.

23El anhelo de ganar fortuna de manera fácil y rápida, que revela una forma de relaciones entre la sociedad y el individuo, obsesiona a varios personajes. Antonio, gracias a un olfato que le proporciona realización profesional, espera algún día llegar a ser rico y famoso creando un perfume propio. En el accidente, al que resulta haber sobrevivido al final de la obra, víctima de la agresión y la intolerancia, ha perdido el don del olfato y se siente irreversiblemente mutilado e inútil, su vida ha dejado de tener sentido: “Sin mi nariz no soy nada, no soy nadie. Hubiera sido más piadoso haberme muerto.”11 La mala jugada del destino, lejos de movilizar la voluntad de vivir, desata sentimientos que revelan la profunda desolación a la que sucumben con tanta facilidad unos personajes irónicamente fatalistas e inertes que distan mu­cho del optimista convencido de sus propias capacidades ante las perspectivas abiertas por la nueva realidad posdictatorial.

24Cuba, que fue uno de los destinos predilectos de los buscadores de fortuna, los “indianos” que en la lejana isla caribeña jamás olvidaban a sus familiares necesitados, sigue manteniéndose como la imagen paradisíaca de antaño no obstante el cambio radical del sistema político, sorprendentemente desapercibido durante más de veinte años para Bella y otros personajes. Son sugerentes los decorados desgastados de papel y cartón que reproducen un paisaje tropical apenas perceptible ya, casi tanto como la proximidad del viaje a Cuba de la cantante de boleros y su supuesto compañero. Era un proyecto común de Bella y el Poco, que emergió para superar el estado de estancamiento personal insoportable en un acto inesperado de solidaridad y resultó a la postre igualmente comprometido por la traición y la falsedad de su inventor.

25Todo lo expuesto hasta aquí demuestra las dificultades en el empeño de transformar y desarraigar el clima espiritual de la sociedad sembrado por la dictadura. Exuda vestigios de la opresión el ambiente en que se mueven, sueñan y actúan unos personajes que son conducidos por valores pertenecientes a un sistema ético presuntamente desarraigado, pero vigente en la mentalidad colectiva de los que no llegaron a triunfar en la nueva sociedad.

26El desencadenamiento de sucesos trágicos y de verdaderos delitos nos hace reflexionar sobre las causas sociales de la violencia, y no tanto en el resultado esperado de una conducta patológica. A este respecto podemos notar una sutil alusión a las palabras con que inicia su confesión Pascual Duarte: “Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo”12, al asomarnos a la carta que escribe a su madre Antonia, el personaje más inofensivo e indefenso de la novela: “No soy buena, madre, pero tampoco soy muy mala.”13

27El mensaje implícito revela la existencia de sectores empantanados en una existencia mezquina, que deja patente la ausencia de todo proyecto colectivo. La dimensión paródica de la novela, que se halla al margen de nuestra ponencia, analiza precisamente la utopía desmontada en la sociedad de la transición.

28Te trataré como a una reina, como numerosas novelas de la transición, cuestiona la vigencia y la legitimidad de las instituciones sociales, dejando entrever el efecto enajenante de la función de la po­licía y el poder judicial, así como el papel de los medios de información, todos ellos dedicados por definición a apoyar y garantizar la libertad en un país democrático. El poder, en su completa ineficacia, cuya actividad constantemente linda con lo grotesco, es representado por agentes de la policía. El inspector García, proveniente del aparato policial franquista, que a menudo verbaliza su sensación de estar más abajo en la escala social de lo que corresponde a sus méritos14, se siente completamente maniatado al desempeñar sus obligaciones; es más: está convencido de la futilidad de todo empeño en combatir la criminalidad, como se puede deducir de su comentario en una de las charlas con Menéndez: “Y luego juégate el tipo para meter la canalla en la cárcel, y después llegan los jueces y, hala, los ponen a todos en libertad al día siguiente. Ya no hay orden, ni ley, ni nada. Este país va cada vez peor, es la anarquía”15.

29García suele poner en tela de juicio todo el sistema democrático que rige la sociedad, pero resulta que su actividad en nombre de la ley y en cumplimiento del deber moral se despliega ante todo en rondas regulares por el parque público para sorprender e interrumpir las faenas de las parejas, como en el caso de la detención de Antonia y Damián por hacer el amor al aire libre en un caliente anochecer de verano. Antes de “establecer el orden”, el representante del poder actúa como cualquier mirón y se complace en observar excitado a la pareja, oculto detrás de un chopo que al poco rato riega ensuciándose los pantalones por culpa de los “provocadores”. Pero es de destacar que realmente siente que “peor era la suciedad de su conciencia, una blanca vergüenza pegajosa”16.

30Esta última y otras situaciones son muestra del tratamiento caricaturesco al que la autora somete a más de un personaje en la novela. Podría decirse que todos los personajes femeninos son caricatu­rescos, lo cual indica que no es una obra que se amolde estrictamente a las escritas por mujeres y dedicadas exclusivamente a la problemática femenina. Te trataré como a una reina, al incluir dichos personajes que se presuponen desprestigiados por su índole caricaturesca, toca el tema amplio del doble cómico, que implica como elemento primor­dial el alejamiento de otro sujeto que no provoca exclusivamente risa y contribuye a la dimensión moderna del gran tema humanista de la dignidad humana, que celebramos en la presente relectura de la novela.

Notes

1 Santos Sanz Villanueva, “La novela”, en Historia crítica de la literatura española. Los nuevos nombres: 1975-1990, Barcelona, Crítica, 2002, p. 263.

2 Rosa Montero, Te trataré como a una reina, Barcelona, Seix Barral, 2006, p. 31.

3 En opinión de Biruté Ciplijauskaité, que para los fines de esta ponencia compartimos, Rosa Montero “con su presentación en tercera (persona) logra adentrarse más en sus personajes” (La novela femenina contemporánea (1970-1985). Hacia una tipología de la narración en primera persona, Barcelona, Anthropos, 1994, p. 194).

4 Aquí aceptamos la metodología propuesta por Vance R. Holloway en El Posmodernismo y otras tendencias de la novela española (1967-1995), Madrid, Fundamentos, 1999, p. 32 y ss.

5 Rosa Montero, op. cit., p. 82-83.

6 Ibíd., p. 15.

7 Ibíd., p. 33.

8 Ibíd., p. 216.

9 Ibíd., p. 149.

10 Ibíd., p. 20.

11 Ibíd., p. 239.

12 Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte, s.l., Bibliotex, 2001, p. 21.

13 Rosa Montero, op. cit., p. 149.

14 Ibíd., p. 56.

15 Ibíd., p. 57.

16 Ibíd., p. 200.

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Tatiana Panteva, « El trasfondo social como medio alienante en Te trataré como a una reina de Rosa Montero » dans « Individu et société : représentation, rapports, conflits (I. Espagne) », « Travaux et documents hispaniques », n° 1, 2011 Licence Creative Commons
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Quelques mots à propos de :  Tatiana Panteva

Universidad de Sofía “San Clemente de Ojrid”
Tatiana Panteva, auteur d’une thèse sur la Determinación genérica del costumbrismo decimonónico español en las novelas de José María de Pereda y en la prosa literaria breve (Université de Sofia, 1999). Le sujet de son Habilitation à diriger des recherches porte sur La narración realista en la novela española de la transición democrática (Université de Sofia, 2007). Elle est auteur de nombreux articles sur la littérature espagnole des xixe et xxe siècles (costumbrismo, romantisme, Pereda, Larra, Delibes, roman de la transición, entre autres).