10 | 2019

Ce volume est composé de deux dossiers thématiques.

Le premier dossier recueille quelques-unes des communications présentées lors des deux journées d’étude « Femmes en mouvement : histoires, conflits, écritures (Pérou, XIXe-XXIe siècles) » qui ont eu lieu le 24 et 25 septembre 2015 au collège d’Espagne et à l’EHESS à Paris. Elles ont été organisées par Lissell Quiróz-Pérez (Université de Rouen Normandie) et Mónica Cárdenas Moreno (Université de La Réunion) avec le soutien d’EA 3656 AMERIBER et de l’UMR 8168 Mondes Américains. Ces travaux, publiés entièrement en espagnol, réfléchissent aux questions suivantes : quel est le rôle de la femme dans l'espace public ? Pourquoi et comment se sont-elles déplacées lors des périodes de crise ? Comment et dans quelles conditions ont-elles survécu à la guerre ? Et d'autre part, en ce qui concerne la littérature : comment a évolué la femme-écrivain ? Quelles ont été les stratégies pour échapper au contrôle patriarcal à travers la fiction ? Quelles sont les formes du langage que racontent les histoires de ces femmes ?

Le second dossier, concernant les aires culturelles hispanique et germanique, reprend six des communications qui ont été présentées au colloque international tenu à l’université de Rouen Normandie les 16 et 17 novembre 2016, sous la direction de Florence Davaille (CÉRÉdI et ERIAC) et avec le soutien d’un comité scientifique composé des professeurs Daniel Laforest (University of Alberta, Canada), Michel Marie (université Sorbonne Nouvelle-Paris 3), Miguel Olmos (université de Rouen Normandie), Yves Roullière (essayiste et traducteur, Paris), Françoise Simonet-Tenant (université de Rouen Normandie) et Jean-Pierre Sirois-Trahan (université Laval, Québec) : http://eriac.univ-rouen.fr/le-createur-et-son-critique-debats-epistolaires-et-diffusion/.

Femmes en mouvement

Salir de la noche

Patricia de Souza


Texte intégral

1Tener que escribir no es algo sencillo, no. Escribir es asumir la responsabilidad de hacerlo, es como si una escritura (marcas), que está inscrita en alguna parte oscura de nuestra memoria, desease hacerse visible, empujando por salir convertida en un objeto, un libro. A veces son heridas. Estamos en un tiempo en que muchas cosas han cambiado para el común de las personas, la noción de espacio y tiempo, es una de ellas. El espacio geográfico es ahora mucho más subjetivo y tirano. Las redes sociales los han ampliado ad infinitum, el mundo parece vasto y pequeño. Creo que no estamos tomando en cuenta este aspecto, la disposición del texto (y de su duración al ser leído, el tiempo que se le pueda dedicar), es también una nueva medida de tiempo con la que cada persona acepta recorrerse aunque esté limitada en sus desplazamientos, impelida al diálogo corto, ausente, obligada a afirmarse en sus percepciones, no sé si más autónoma, pero sí más centrada sobre sí misma. El poder adquisitivo se hace concreto en la capacidad de rodearse de todos estos dispositivos que crean redes virtuales extendiendo nuestra presencia invisible y donde el cuerpo se encuentra completamente ausente. Es la propaganda neoliberal, terminamos por tener un lenguaje de slogan, pensamos en bloque, sin entrar en el análisis. Estamos ausentes.

2Si Stéphane Mallarmé pensó que la escritura llegaba a sus límites (el espacio en blanco como el abismo del texto), creo que ahora deberíamos plantearnos el problema de cómo es posible recordar y de si, la memoria, como la entendíamos hasta el siglo xix, mantiene aún el mismo sentido. Recordar no es tratar de recrear muchas veces, sino juntar dispositivos, imágenes y textos que nos vienen de fuera. Y tal vez nuestro esfuerzo sea cada vez más laxo, nuestra conciencia más ociosa. La escritura, que casi siempre se ha mantenido en contacto con el insconsciente, con el mundo de los sueños, está mucho más invadida por el mundo concreto, sobre todo por las imágenes. Pienso por ejemplo cómo en este momento es casi imposible soñar (el antropólogo Marc Augé decía que en Europa la gente casi no sueña, es muy raro que alguien recuerde sus sueños), es como si ese espacio, que Freud llamó insconciente se hubiera convertido en una conciencia colectiva inmediata en la que una persona, sus sentidos, no pueden alcanzar a imponer una representación personal. Estamos habladoAs por otroAs más que por nuestroas propios sentidos y lenguajes. O estamos frente a una etapa de miedo, una época de terror en que no podemos representarnos nada porque nuestra conciencia está fuera de sí, prisionera de la acción. En este sentido me recuerda un poco a lo que Georges Didi Huberman entiende por imposibilidad de la representación” (refiriéndose al Holocausto), ¿estaríamos llegando a una etapa en la que no podemos representarnos nada porque es demasiado inmenso y nuestro lenguaje es limitado. ¿Es acaso el negro de esa inmensidad o la blancura de la imagen irrepresentable lo que hace que podamos convertirnos todos y todas en nihilistas? La presencia exterior es demasiado fuerte e intensa como para poder dejar que ese espacio interior, llenos de simbologías y de acomodamientos veloces con la realidad, pueda emerger. Es una técnica la que funciona, y luego, la perfomance, la actuación, más que el sentido verdadero de nuestras vidas. Seguimos colonizadas, sobre todo las mujeres, las que no producimos signos de identidad, las subdesarrolladas, las pobres, las desclasadas, las heterosexuales no blancas y las homosexuales también mestizas, cuya identidad depende del valor que se le dé a su discurso, del “cómo” sea considerada por quien domina, ya sea en forma de discurso o la misma sociedad. Hace unos días le decía a un amigo que para escribir es necesario dejar que ese espacio emerja, salir de la comunicación, de lo meramente social (el uso de la palabra que no es lo mismo que el lenguaje), para internarse en el mundo de los sueños, del desorden de los sueños y dejar la puerta abierta para que los significantes signifiquen otras cosas. Creo que esto, ahora, es casi imposible. No hemos vivido nunca una época tan estandarizada y más alienada que la nuestra. Todo tiende a consolidar esa dominación y a garantizar que las más pobres, y los hombres que se presten a esta tarea, consolidarán esa explotación destinada a secuestrar el esbozo de lenguaje a quienes nunca lo han tenido. Una etapa de silencio, de mudez, de ausencia de lenguaje, y, como resultado de escritura, aunque nos aferremos a una tradición oral, lo más importante, las mujeres como grupo humano visible, como historia, habrá desaparecido. La lucha es feroz, violentísima, contra esa marea formateada, aseptizada, que entrena y somete a la gran mayoría. El trabajo como escritora es casi imposible, es una botella al mar que casi nadie va a recoger porque no la ve. O no tiene tiempo para ver que anda flotando ahí, en pleno marea. ¡Es la Carta robada que nadie ve! Estamos encerradoAs en nuestra propia imagen y no logramos salir de ella. Nuestro pulmón es artificial.

3Ahora, recordar, y tratar de recordar bien, es otra tarea. No sé cómo se puede hacer ese trabajo sin tomar en cuenta los vacíos de sentido que todo lenguaje posee, sus diferentes mutaciones, incluso, sus patologías. Es cierto que hemos vivido hasta ahora con una influencia “positivista” del lenguaje (al menos en América Latina domina esta idea), y que nos hemos hecho pocas preguntas sobre su capacidad de reflejar la realidad “tal y como es”, es decir, sobre su alcance semántico. Esto nos viene desde la religión y la educación que sigue atrapada en los acuerdos e intercambios de poder, así como los monopolios que se mantienen en la educación y la información, son todos ambiciosos, monetarios, mercantiles. ¿Qué tenemos que hacer nosotras como escritoras en esto? Tal vez seamos las únicas personas en capacidad de desenmarañar esa larga cadena de servidumbres que crea nuestro lenguaje, empezando por nosotras. Por ejemplo, es difícil imaginar la despersonalización que produce hablar un “cierto idioma”, hablar el lenguaje de quien domina, reproducir los mismos valores. No tenemos en realidad lenguaje. En sociedades sometidas y fragmentadas el idioma divide, clasifica manteniendo las mismas categorías sociales, los mismos estereotipos, se nutre de ellos y los convierte en capital simbólico. Es otra economía la del lenguaje, más perversa y más sutil. Todos estos “usos del lenguaje” están lejos de las necesidades y los sentimientos de aquelloAs que los hablan. Esta sensación se internaliza en el instante en que decidimos expresarnos por escrito, muchas veces es un freno para decidirse a escribir. ¿Puedo escribir como hablo? De hecho, al escribir, no podremos escribir como hablamos. La literatura vernacular reproduce el habla, la convierte en imagen de sí misma, casi la petrifica. En este aspecto no tengo las cosas claras, no me atrevería a decir qué es literario y qué no, pero sí a decir que la literatura se separa siempre de la realidad, que no devuelve nunca lo que toma sino que lo transforma y, muchas veces, lo deforma.

4No recuerdo la cantidad de veces que me he oído hablando con expresiones que me despersonalizan, que no son de mi ámbito afectivo y que me han instalado claramente en el desarraigo. Para escribir, tengo que inscribir la vida. De alguna manera me asalta la misma ansiedad que a Simone de Beauvoir, tengo que ir registrando lo que voy viendo, pero esa tarea es más cruel cuando se desconfía del código en el cual se escribe. Al hablar nuestras preocupaciones son distintas de las que nos invaden cuando decidimos escribir. Es ahí cuando empieza el infierno.

5Y es ahí donde empieza la escritura para mí.

6La deuda.

7Creo que escribir se hace sumamente moral bajo esta sensación de deuda, de tener que decir algo, de buscar estar cerca de una verdad y ser honesta. Aunque la realidad sea fragmentada, la necesidad de autenticidad crea un vínculo apasionado con el lector o la lectora, lo convierte en un valor absoluto, alguien a quien se le debe entregar todo.

8La escritura es el primer síntoma de la separación del grupo, de la separación de la madre y la ruptura con la autoridad paterna. Si el lenguaje no refleja la realidad, se convierte en un problema, se hace sujeto. El problema más grave en nuestro tiempo es la representación, el “cómo” nos vamos a representar las cosas, la lucha contra las colonizaciones de conciencia para salir de los “sociolectos” (formas de hablar populares) y pasar al “idiolecto”, forma de hablar particular. El estilo no es solo una cuestión de forma, es una posición política y moral.

9Hablar el idioma de la dominación, de la mayoría, no significa hablar en el idioma de la mayoría, sino “de una forma de hablar de esa mayoría” que se impone en el mercado con su marca de prestigio y toda la perversidad de nuestra sociedad de consumo. La escritura es la lengua de las minorías, de la neurosis de la identidad como mujer, como sujeto, de su casi inexistencia.

Pour citer ce document

Patricia de Souza, « Salir de la noche » dans «  », « Travaux et documents hispaniques », n° 10, 2019 Licence Creative Commons
Ce(tte) œuvre est mise à disposition selon les termes de la Licence Creative Commons Attribution - Pas d’Utilisation Commerciale - Partage dans les Mêmes Conditions 4.0 International. Polygraphiques - Collection numérique de l'ERIAC EA 4705

URL : http://publis-shs.univ-rouen.fr/eriac/index.php?id=412.

Quelques mots à propos de :  Patricia de Souza

Ensayista y novelista
Patricia de Souza ha publicado varias novelas entre las cuales destacan El último cuerpo de Úrsula y Electra en la cuidad, que la revelaron como autora aparte, con una propuesta muy personal. Desde entonces su trabajo ha ido creciendo y alimentándose de sus múltiples experiencias en México como en Venezuela, pasando, por Francia y Perú. El desarraigo de género, la exclusión, la violencia y la fragmentación de un lenguaje bajo tutela, son el telón de fondo. A falta de lenguaje es necesario una descolonización, y de ahí aparecen ensayos como Descolonizar el lenguaje o Eva sin paraíso. Su reciente novela, Mujeres que trepan a los árboles (Madrid, 2017), es otro toque más de tambor de guerra para crear ese espacio en la literatura que las mujeres padecen en obtener.